No hay rendición ante la muerte, la soledad ni el envejecimiento en la divertida e íntima novela de Rosa Montero.
Las últimas 30 páginas de este libro me pillaron en pleno despegue de un avión que parecía resistirse a subir y que, durante milésimas de segundo, amagó con quedarse en suspenso en el aire antes de tomar definitivamente el ritmo necesario para convencernos de que ascendíamos. En ese instante, el único drama inaceptable que me vino a la cabeza fue la posibilidad de quedarme sin conocer el final.
La carne (Alfaguara) es una novela íntima, divertida y honesta, y sobre todo capaz de enredarte en una intriga huérfana de certezas, de maldades y seguridad. La protagoniza una mujer que, como el avión reacio a su destino, se resiste a envejecer, a resignarse a las barrigas, las arrugas, la decrepitud, la vida sin luchar por la belleza y el sexo como redención. Como símbolo de que estamos vivos.
¿Cuándo será la última vez que haga el amor? Esta pregunta perseguía ya a Rosa Montero en La ridícula idea de no volver a verte (Seix Barral, 2013), la bella novela que entrelaza las reflexiones tras la pérdida de su marido con las de Madame Curie al enviudar, y persigue a su protagonista, Soledad, obsesionada con la idea de seducir, de ser seducida, de seguir disfrutando de la carne que tanto le ha costado trabajar, pulir y tersar en su combate contra la mediocridad. Pero el sexo solo no basta y el amor puede tener un grave inconveniente: el daño.
Montero (Madrid, 1951) ya nos mordió la conciencia con aquel libro sobre los Curie, un ejercicio forense del sentimiento que aflora ante la muerte, entonces cargado de amargura, y vuelve a hacerlo en La carne, una reflexión sobre el deseo y la realidad, la impotencia y también el impulso para crear, esta vez desde el humor.
La lucha por permanecer incólume al avance del tiempo solo podemos perderla y sin embargo no nos rendiremos, nos dice Montero sin decirlo. Nos tragaremos la envidia, la resignación ante la vulgaridad, la misantropía que avanza pero no renunciaremos a amar a lo grande. Parece que la protagonista quisiera seguir prefiriendo vivir en soledad -en brindis eterno a su nombre- antes de contentarse con poco. No hay rendición. “Había alcanzado los 60 cuando por dentro tenía 16”, se dice en un momento.
La autora parece divertirse en su ejercicio de intriga rápida y sólida a la vez, cargada del mejor vocabulario y personajes hilvanados con tanta sencillez aparente como complejidad. Hay fondo de armario en la habitación de Montero. En un momento se ríe de nosotros, los lectores, al someter a su alter ego a un diálogo consigo misma, la Rosa Montero periodista que puede ayudar a Soledad en un aspecto de la intriga. La protagonista critica a la escritora con una credibilidad que funciona y que divierte.
El otro protagonista, un ruso que alquila su tiempo y su sexo como escort, es veraz y entre los dos la autora trabaja bien la ambigüedad necesaria para albergar confianza y desconfianza a la vez. Novela de debilidad y recelo, pero también de resistencia hercúlea en un tiempo y una edad en que la verdadera revolución ya no consiste en cambiar el mundo sino en seguir vivo, seguir amando, seguir disfrutando. Como el avión que pareció dudar, hacia adelante como si no hubiera mañana. Sin rendición, jamás.
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Autor: Rosa Montero. Título: La carne. Editorial: Alfaguara.
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