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La gente y los microbios, de Pablo Goldschmidt - Marina Filoc
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La gente y los microbios, de Pablo Goldschmidt

Este virólogo argentino anda por el mundo mejorando vidas ajenas, y en consecuencia la suya, porque, antes que nada, hacer el bien le hace bien a uno. Pablo no puede adaptarse al mundo enfermo e intenta modificar lo que tiene a su alcance. Así dedicó y dedica su vida a aprender y comparte el conocimiento...

Si querés cambiar el mundo es porque no podés adaptarte a él, el problema es tuyo, no del mundo, me dijo aquella vez mi papá mientras esperábamos por la pelea de Mayweather. Entonces me agarró de sopetón, me dejó knocked out, no supe qué responder, pero ahora, transcurrida casi una década (soy de reflexión lenta), me viene al caso la frase de Aída Bortnik “se puede durar sobre la tierra sin agregar ni cambiar una pincelada del paisaje”. Se puede, sí, pero Pablo Goldschmidt es uno de los otros, de los que van con el pincel cambiando paisajes necesarios, paisajes que no reciben atención sanitaria, que carecen de agua potable, de educación básica, de condiciones de aseo mínimas, en los que la gente gana menos del valor de un jabón por día.

Este virólogo argentino anda por el mundo mejorando vidas ajenas, y en consecuencia la suya, porque, antes que nada, hacer el bien le hace bien a uno. Pablo no puede adaptarse al mundo enfermo e intenta modificar lo que tiene a su alcance. Así dedicó y dedica su vida a aprender y comparte el conocimiento con el resto, con los que vamos rezagados, da clases que valen oro en un lugar que se llama Ceprofar (están en YouTube). No emite sonido si no es basado en evidencia, en experiencia, lo opuesto a lo que hacen gobiernos, medios, periodismo, los tecnócratas que rodean a nuestros dirigentes, y muchísimos actores de la salud. ¿Irresponsabilidad? ¿Ignorancia? ¿Hijaputez? Vaya usted a saber, aún no diseñamos una PCR para eso.

La gente y los microbios fue publicado en 2019, pero hubo una pandemia que llevó al autor a completar el trabajo, republicado en mayo de 2020 con yapa: sus investigaciones sobre el nuevo coronavirus. El doctor Goldschmidt tiene una manera interesante de comprender la enfermedad: no se reduce a lo científico, sino que sus ojos comprensivos y rigurosos observan el todo, posiblemente porque no sólo es médico, virólogo, farmacéutico, bioquímico, biólogo especializado en farmacología de antimicrobianos, biólogo molecular (y largos etc), diseñador de técnicas diagnósticas, sino que además ha estudiado en la facultad de filosofía para recibirse de psicólogo con orientación clínica, entre otras cosas.

El libro apunta a que lo social y las enfermedades van de la mano, de la mano del hombre y el escueto entendimiento que algunas veces tiene sobre las situaciones que provoca o transita: cuando saca cuentas en las epidemias de gripe, la manera de “aliviar” el cólera desangrando gente allá por 1830, el origen del síndrome de la vaca loca, entre otras. Nos entera de que este último fue producto de una reducción de presupuesto en la época de Thatcher: había que abaratar costos, modificaron el proceso de elaboración de la harina (proveniente de ovejas infectadas) con la que alimentaban a las vacas, y eso provocó que los priones que provocaban el mentado síndrome no murieran, llegando así a infectar al ganado, y éste a las personas. Lo social: presente.

Con la peste negra pasó algo parecido: no habría sido lo que fue si el aseo no hubiese sido considerado dañoso. Creían que con ello los poros se abrían e ingresaba el aire corrompido; no habría sido lo que fue si el Papa Clemente VI no hubiese bendecido al río Ródano, en donde se arrojaban los muertos, expandiendo así la epidemia a través del agua; no habría sido lo que fue si la Inquisición no hubiese acusado años antes a los gatos de diabólicos: en 1227 el papa Gregorio IX describió al demonio como un gran gato negro, en 1484 el papa Inocencio XIII seguía alentando la matanza de gatos; de estos hechos documentados surge la idea de que el aumento en la población de ratas y la gravedad de la epidemia tuvieron que ver. En Hungría la población creció en lugar de reducirse: no tenían puerto y estaban bien alimentados. Otra vez, lo social: presente.

“En 1785 Espejo deja manifestado que la enfermedad se debe a causas sociales y culturales. Los responsables de las epidemias contagiosas son la ignorancia de la higiene, las deficientes condiciones sanitarias y la mala formación médica de los sacerdotes”, reemplazados hoy por los abundantes médicos mal formados que recetan antibióticos cuando no corresponde, por ejemplo. El autor equipara esto con un crimen, dadas sus consecuencias. En el libro nos explica lo más didáctico que se puede cómo funciona la defensa de nuestro cuerpo: nuestro sistema inmune es un arma de doble filo, a veces exagera y terminamos en Guatepeor. Nos revela las causas genéticas por las que cada quien reacciona diferente a las agresiones de los agentes patógenos (ya se sabe lo que los medios dicen que no se sabe, señora). Nos cuenta que aproximadamente dos kilos de nuestro peso son microbios, que tenemos 10 veces más microbios que células propias, y que sin ellos no nos sería posible estar vivos. Con él entendemos qué son los seres vivos y cómo se originó la vida. El sentido de la misma nos lo debe, pero es que todo no le podemos pedir al hombre, o quizá nos lo revela con su ejemplo: aprender, compartir lo aprendido, Pablo forma también médicos ad honorem.

Luego, que haya bacterias multirresistentes tiene que ver también con la (mala) mano del hombre. Nos entera acerca del desastre de los criaderos: en España en 2015 se consumieron tres mil  toneladas de antibióticos, de los cuales el 99% fueron administrados a vacas (los usan para que no pierdan peso), cerdos, ovejas, cabras, pollos y a otros animales destinados a alimentos. 402 mg de antibióticos por cada kilo de carne producida. Y ocurre que en el intestino de estos animales hay bacterias, estas se hacen multirresistentes a los antibioticos, y por las aguas servidas, por las manos de los trabajadores, se diseminan. Significa esto que si usted se pilla una no habrá con qué darle, o al menos será bastante dificultoso. Lo social: presente.

Y acá nos revela datos catastróficos: Hay un billón (mil millones) de personas (13% de la población del planeta) que padecen las enfermedades llamadas desatendidas u olvidadas (loa loa, oncosarcosis, tracoma), pero esto no sale en la tele. En 2018 hubo 10 millones de casos de tuberculosis, 1.5 millón de muertes, y 240.000 infectados circulan por América Latina. Se contagia similar al covid 19, pero tampoco sale en la tele. Aproximadamente entre el 10 y el 20% es portadora asintomática de la bacteria de la meningitis actualmente, que se contagia similar al covid 19. La Shigella es una bacteria que infecta a 160 millones de personas al año, se propaga por el agua y por alimentos mal lavados, producto de falta de infraestructura educativa y sanitaria, causa 500.000 fallecimientos al año, y la vacuna está en fase de desarrollo, posiblemente porque la población mayormente afectada no la podría pagar. 

El cólera se contagia por agua contaminada por las heces, la tasa de mortalidad es del 50%. Tampoco sale en la tele. El noma, causado por higiene deficiente, malnutrición crónica y malas condiciones sanitarias, afecta a nenes de entre 2 y 6 años, y causa 140.000 muertes al año, pero con 11.000 muertes por covid en marzo de 2020 se cerró un planeta entero. El agua potable es enormemente importante para prevenir todo esto. “En el mundo, al menos 2.000 millones de personas se abastecen de una fuente de agua potable que está contaminada por heces”. Casi el 90% de las enfermedades diarreicas de origen bacteriano son causadas por deficiencia en el sistema de agua potable: fiebre tifoidea (entre 11/21 millones de casos anuales), diarreas graves, adenovirosis, hepatitis A, E y F. ¿Adónde está el estado de alarma por esto, señora OMS?

Y vamos a la espícula de la cuestión: existen más de 200 virus respiratorios. Los rinovirus, por ejemplo, provocan el 50% de los resfríos, no generan inmunidad, y el 40% del ausentismo laboral es atribuido a este virus. No hay investigaciones orientadas al desarrollo de terapéuticas o vacunas que protejan contra ellos, y posiblemente la falta de interés, nos cuenta el autor, sea por la enorme cantidad de remedios y demás que se venden para tratar los síntomas gripales. Solo en USA se gastan al año 3.000 millones. ¿Pero y el covid 19? Vamos a ello, aunque los medios ya se dediquen a él la jornada completa. Goldschmidt pone en duda las cifras desde el vamos, compara países, condiciones sociales, sus números, y su conclusión es que no puede ser. Nos entera de que en China al comienzo con un solo gen detectado (completamente insuficiente) consideraban positivas las PCR (por eso la cantidad de “contagios”), y testeaban solamente a enfermos graves, de los cuales muchos morían, y por eso la “alta mortalidad” que erradamente le atribuyeron. Destaca que nadie ha tenido en cuenta la inmunidad celular: el cuerpo se defiende por medio de los famosos anticuerpos, pero también existe la memoria celular, esto es que cuando el sistema inmune conoce el virus por infecciones pasadas recuerda que debe defenderse y se transita la enfermedad más leve o uno no llega a infectarse. Destaca que no se hace ese tipo de test porque es muy caro, y esto significa que quizá muchos ya teníamos inmunidad en 2019 pero no nos enteramos (la vacuna no es la única solución).

Al comienzo de la pandemia “se le imputaban al COVID todos los fallecimientos que se producían por afecciones respiratorias crónicas severas, sin confirmar si el agente estaba presente o no”. “Antes de noviembre de 2019 las muertes por insuficiencia respiratoria originadas o no por infecciones virales se registraban como bronconeumonías… paros cardiorrespiratorios u designación similar”. “En Francia los ingresos a hospital por infección respiratoria no estaban sujetos a declaración obligatoria, se computaba principalmente como insuficiencia respiratoria”. “Desde la aparición del COVID 19 la lista de enfermedades de notificación obligatoria se actualizó, y todo deceso con una prueba positiva de COVID 19, y toda sospecha de COVID, era registrada como muerte por COVID 19”. “En ese contexto y durante semanas desaparecieron todas las otras causas de deceso por fallas respiratorias o por neumonías severas”.

“Los servicios médicos se vieron sobrecargados gracias al pánico injustificado que infundieron los medios de comunicación. En los hospitales chinos que no fueron abrumados por el aflujo incesante de pacientes la tasa de casos fatales fue del 0.2 mientras que en otros (sí abrumados) fue más del doble”. (Lo social: presente). En USA, temporada 18/19, se registraron 35,5 millones de casos de gripe. Antes del COVID la neumonía era la sexta causa de muerte y la neumonía grave era responsable de una mortalidad del 35/40%. Y por último, que debería ser lo primero, los test PCR fueron diseñados para confirmar la enfermedad en pacientes sintomáticos, esto es con alta carga viral, a los que además se les realicen análisis de sangre específicos, estudios de imágenes con resultados específicos, teniendo en cuenta el cuadro clínico, la prevalencia de la enfermedad en ese contexto, NO PARA TAMIZAJE NI PARA DIAGNOSTICAR ASINTOMÁTICOS, porque sus resultados son bastante arbitrarios. Sobre todo cuando las realizan de a 50 o 100 en el mismo termociclador, existe alta posibilidad de que una muestra positivo contamine a otra negativo, y esto culmina con aislamientos innecesarios, cierres arbitrarios, ansiedad, incertidumbre… La misma OMS pide prudencia al momento de su utilización.

Y podríamos seguir con evidencia científica, con data objetiva que el doctor Goldschmidt extrae de su propia experiencia en laboratorio (aísla virus hace cuarenta años) y su trabajo en hospitales, datos que prueban que es imposible probar que estamos transitando una pandemia. Evidencia científica no es una opinión, señora, hay que aclararlo, porque está muy desdibujada esa línea, una cosa es que usted crea que su abuela tuvo covid porque se lo dijo el señor vestido de blanco, y otra cosa es tener la certeza mediante un diagnóstico clínico acertado y comprobable. En definitiva, y para concluir, si se lee esta clase magistral del doctor Pablo, La gente y los microbios (edición 2020), va a saber sobre lo que se debe en estos tiempos de la peste, y si sabe será menos probable que le tomen el pelo, por lo que la recomiendo con creces, aun si se ha usted quedado calva.

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Marina Filoc

Nació en Buenos Aires, Argentina. Se formó en guión de cine con Juan José Campanella y Aida Bortnik. Estudió actuación con Ricardo Bartís y dramaturgia con Mauricio Kartun. Se nutrió de periodista en la escuela de Eduardo Galeano y aprendiendo con Jesús Quintero. Fue integrante de la compañía de improvisación "Sucesos argentinos". Como dramaturga y directora montó "Bárbara", "Soja", "Altamirano" y “Verde esperanza y no pierde”, entre otras. Como guionista fue parte del equipo autoral de "Entre Canibales", tira televisiva dirigida y producida por Juan José Campanella. Ahora trabaja un guión cinematgráfico junto a Abel Goldfarb (Metegol) y Juan Pablo Domenech (Luna de Avellaneda) y vive/escribe la novela reality En busca de Jesús Quintero @MarinaFiloc

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