Mario Obrero (Madrid, 2003) comenzó a escribir a los siete años. En 2018, su libro Carpintería de armónicos resultó ganador del XIV Premio de Poesía Joven Félix Grande. En 2019 publicó su segundo libro, Ese ruido ya pájaro. Actualmente es alumno de Humanidades en el instituto público La Senda de Getafe.
«Podemos recibir a Mario Obrero como una revelación de la poesía última. Había dejado indicios en dos libros anteriores, pero es aquí, en Peachtree City, cuando desborda el caudal de su escritura. Estos poemas fueron escritos entre Atlanta (EE. UU.) y Getafe (Madrid), pero lo que importa, más allá de su localización, es el ímpetu del que vienen: el desconcierto, la celebración, la ironía, el paisaje trascendido y una absoluta libertad para hacer del idioma un acontecimiento, una armonía y una fiesta de imágenes donde la vida se propulsa en todas direcciones. Obrero no renuncia a compañeros de viaje (Lorca, Whitman, Ginsberg, León Felipe), pero el camino es extraordinariamente suyo. Él se habla a sí mismo, con rotunda y hermosa ambigüedad, y en esa voz el lector se embarca sin meta: “el poeta es alguien que no sabe qué o por qué pero sabe cómo”, escribe. La poesía de este autor zarandea porque llega a una elegante solución inesperada: entre los rifles expuestos en el supermercado Walmart y el limonero del patio de la abuela, en medio, vibra el poema».
Antonio Lucas
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I
En la mañana el padre limpia el jardín delantero con su
soplador
mientras suenan en la televisión villancicos
recuerdo cómo los colibríes volaban en las tardes de
agosto y bebían néctar de sus comederos
fue la primera vez en dieciséis años que vi estos pájaros
pequeños como flores rojas floreciendo a las afueras de la
luz
vi docenas de armadillos y mofetas en los arcenes
vi higueras viejas y pelícanos durmiendo dentro de las
ostras
y ahora como dos compañeros en los bosquecillos de la
eternidad escribo con palabras desconocidas que salen
de mi boca como copos de polen
las dejo habitar mis sueños y caminan por la soledad con
una lámpara de aceite de ballena
y el sonido /θr/ y la palabra wood es una batata
dormitando en la tierra
digo estas palabras como un soneto gotea en la piel del
albaricoque
el poeta es alguien que no sabe qué o por qué pero sabe
cómo
el porqué puede ser mi abuela recogiendo limones de su
limonero
puede ser el sueño de una ardilla joven o el sabor de las
frambuesas cálidas
vengo de una tierra con pocos ríos
llamamos ríos a los arroyos y dibujamos océanos en el
interior de las calas
el ganador del show nacional de perros ha sido un
bulldog llamado Thor
de donde vengo no tenemos show nacional de perros
en Acción de Gracias ni rebajas especiales del Día
del Trabajador ni mes de los amantes de la crema de
cacahuete
de donde vengo tenemos marineros que humedecen
sus helechos y madres que recogen ramitas de tojo
después de medianoche
mi alma tiene nuevas hogueras donde voces
innumerables queman sus malvaviscos
ahora soy un poeta de lo desconocido que escribe en una
lengua desconocida
jacinto albahaca percha mimado campanilla
soy el ratón que despierta matas de tomates y viste
mandarinas con plumas naranjas
mis padres me miran como la gente mira charcos en los
caminos
les digo que en las mañanas nubladas veo caballos llorar
sobre las guitarras heladas
digo que estoy lleno de partículas y de caracoles
divagando por mi carne
la calavera de la hortensia recita poemas en latín y todos
los diferentes tipos de mantequilla y las secciones de
cereales de este país discuten el coste de construir una
cabaña en el siglo diecinueve
el jardín delantero está limpio ahora y las macetas
decoradas con pequeños y bonitos saleros
veo ángeles en las llamas del fuego abrazando a sus
novios y cenando en Waffle House
en todas las charcas del condado busco las pavesas de un
poeta que cultivó legumbres
busco las palabras que construyen nidos de cigüeñas en
las tardes lluviosas.
Suena la «Sonata Gallega» en un centro comercial de Atlanta
sobre el musgo español que cae de las encinas unos
ángeles románicos discuten el color del cielo en el
estado de Georgia casa del faro de Tybee y de las
cacerolas de gambas con papas y salchicha
aquí como en los charcos de las carreteras caen peces de
terciopelo y claveles rojos
dos novios comen pizza californiana en el suelo de las
tiendas
yo escucho a las madres probándose bañadores y escucho
a las niñas con trenzas de hilo negro
toda esta luz el sabor a nueces de los escaparates la
suciedad dormida bajo la uña de una cajera las cajas
de fresas mohosas poco tienen que ver con la arela
arela es una palabra gallega que significa o desexo moi
forte dunha cousa
pero la arela no es escuchar al camarero del Starbucks
decir Meriou por megafonía
no discutiré si las armas son un derecho de seres
humanos libres o si la sanidad pública es básica para
un país de cowboys que se hace llamar democracia
yo solo vine aquí a buscar unas flores que alguien guardó
bajo las sudaderas rosas
yo solo vine aquí a afeitarme la barba ignota de algún
arquitecto sumerio
vine con una foto de mi bisabuelo y las Cartas a un joven
poeta
y en la séptima planta del garaje todas gritan
I, too, sing America
y los hombres en tacones esparcen canela y sal del
Himalaya a las cuberterías de segunda mano
mi madre es poeta y mujer
mi madre descorona a las estatuas y da miel con limón a
los niños afónicos
al ver estas estrellas pienso en qué verá ella desde su
habitación
la curvatura ha hecho un sendero de amapolas
machacadas
quizá esté yo en la piel de todos los esclavos y en el
encefalograma que enmarcan las floristas y en las
máscaras que venden a los niños en la feria
quizá esté yo en los que dormidos maquillan la
margarina del desayuno y se alistan a la armada en el
cumpleaños de Abraham Lincoln
quizá esté yo en el Teatro Campesino de Luis Valdez o en
un lago pescando truchas
ese yo que como una sábana recién lavada ondea a las
puertas del granero
el que sentado en la jura de bandera se hace una falda
con mandarinas y plumas de albatros América
transcurre en mí y yo coso aurículas de lana
y todas las jóvenes de Sweet Apple Ohio y los que con
una sonata de guitarra atada al culo cruzan el pasillo
del motel se sientan en el jardín los días cálidos y
aprenden español mientras los recolectores bailan
ballet a la sombra
así mi corazón crece y mis ojos en el olivar como un
mochuelo en las manos del muerto
América transcurre en mí y yo encuentro a Ginsberg
subido a los coches de golf
encuentro a León Felipe mirando al mar con un perrito
caliente y una caja de música
encuentro a Antonio José exprimiendo limones delante
de la escuela cian de la aldea
encuentro a los dos brigadistas taiwaneses cantando el
«Himno de Riego» con una corona de gardenias
me encuentro y hablo a esa yo tumbada de lluvia suave
como el lomo de los corderos
con millones de preguntas y una cerilla
escribiendo ensayos de acceso a la universidad y velando
la legaña de los muertos
mi corazón tiene una lengua donde los herreros acuden
sin darse cuenta
allí las caracolas solo suenan a desierto lleno de peces
desde los acantilados enciendo un poema.
En LaGrange hay cincuenta poemas ingleses por $2.75 y
puertas a cada lado de las hamburgueserías hay ancianos
que echan flores de lis a la estatua de Lafayette como
quien echa veneno al nuevo porche de su casa familiar y
las tiendas de antigüedades y las heladerías con té japonés
guardan en un nicho los décimos de lotería el quinto
premio cayó íntegramente en Soria y la sección de carne
y los invernaderos de Monsanto me envían al correo
electrónico una feliz Navidad llena de salmos y figuritas
de Santa Catalina el mar con estropajos y cáscaras de pera
génesis significa serie encadenada de hechos y de causas
que conducen a un resultado dicho resultado es una
barca llena de hombres pájaro y de neveras gigantes en los
panteones de la democracia
me declaro ignorante respecto a las vajillas de porcelana
por eso hablaré de cómo el inglés no tiene la palabra
aldea de cómo las aceitunas no se cogen del olivo y se
guardan en una maleta llena de pegatinas de California
o de cómo William Carlos Williams dice que los poetas
están malditos pero ven con ojos de ángel
sé de mis ojos que se fijan en el pendiente que llevan los
marineros a la lonja
sé de mis ojos que la noche cae y los ciervos se acercan a
mi corazón
los caballos han dormido bajo la lluvia y ahora esperan que
algún filósofo venga a darles de comer décimos de lotería
el número acababa en doce y sonaba bonito de los que se
cantan supongo que como el otoño en Georgia guardaré el
secreto de la luz entre peces y fémures de vaca me haré una
lista llena de preguntas en los cupones del supermercado
e iré a la sección de productos lácteos a buscar un poeta
o una golondrina en los galones de leche semidesnatada.
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Autor: Mario Obrero. Título: Peachtree City. Editorial: Visor. Venta: Todostuslibros y Amazon
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