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Un proceso de demolición - Paloma Bravo - Zenda
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Un proceso de demolición

Carrère —que reconoce su ego estratosférico (“mi único problema real era un ego molesto, despótico…”)— se convierte en su última obra en narrador y protagonista, observador y objeto observado, mirada y espejo. Y no lo hace en su mejor momento: después de abandonar un exigente retiro de Vipassana sobre el que quería escribir con ligereza,...

Hace ya unos cuantos libros que Emmanuel Carrère rompió todas las reglas, inutilizó las etiquetas, reventó los géneros y abrió las puertas de un mundo nuevo: el narrador existe y se puede afirmar a su manera. No solo porque el observador cambia lo observado, sino porque, además, arrastra su propia carga y con ella condiciona su punto de vista.

Carrère —que reconoce su ego estratosférico (“mi único problema real era un ego molesto, despótico…”)— se convierte en su última obra en narrador y protagonista, observador y objeto observado, mirada y espejo. Y no lo hace en su mejor momento: después de abandonar un exigente retiro de Vipassana sobre el que quería escribir con ligereza, se acerca al duelo de una amiga y acaba enfangado en su propio dolor: una depresión brutal, una hospitalización dramática y una separación silenciada por obligación contractual.

"El libro de Carrère es la crónica de un colapso, pero un colapso podado"

Tan a la deriva en un apartamento vacío de París como en una diminuta isla griega, Carrère está perdido, y así se cuenta. Se cuenta en observación y en meditación. Se cuenta sin piedad. Tomándose en su sentido más literal aquella cita de Hemingway: “Escribir es sentarse delante del teclado y desangrarse”.

El libro de Carrère es la crónica de un colapso, pero un colapso podado. En parte por la enfermedad y la dureza de su tratamiento (litio, electroshocks y cuatro largos meses en un hospital psiquiátrico); en parte, también, porque el acuerdo de divorcio le impide hablar de su exmujer (de cualquier cosa que su exmujer considere que es suya).

Cuando uno se mira demasiado, acaba perdiendo el foco, pero Carrère —narrador y narrado— es puro talento aún en sus peores momentos. Considera que la literatura es “el lugar donde no se miente”, y por eso se desgarra impúdico citando a Fitzgerald: “Evidentemente, todas las vidas son un proceso de demolición”.

"La literatura ha salvado a Carrère de sí mismo y nos lo devuelve entero y feroz"

La tentadora fascinación por su propio derrumbe casi acaba con él, pero el escritor acaba sacando a flote a la persona desde un planteamiento freudiano: “La salud psíquica consiste en ser capaz de amar y trabajar”. Trabajando desde el dolor, Carrère consigue vivir y consigue amar.

En un libro pesaroso y lleno de sombras, con más miedo que ese Jack Torrance de El resplandor que se le aparece todo el rato, el autor sale de sus propios escombros y renace. “La meditación es no añadir nada”, dice, pero fiel a su naturaleza —aunque le mate, como en el chiste del escorpión y la rana— lo añade todo.

“Soy un hombre narcisista, inestable, lastrado por la obsesión de ser un gran escritor”. Como dice en la cita que abre el libro, del Evangelio apócrifo de Santo Tomás: “Cuando saquéis lo que hay dentro de vosotros, eso que tenéis os salvará. Si no tenéis eso dentro de vosotros, eso que no tenéis os matará”. La literatura ha salvado a Carrère de sí mismo y nos lo devuelve entero y feroz. Gracias.

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Autor: Emmanuel Carrère. Traductor: Jaime Zulaika. Título: YogaEditorial: Anagrama. Venta: TodostuslibrosAmazonFnac y Casa del Libro.

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Paloma Bravo

Paloma Bravo es autora de 'Solos' (Alfabia), 'La novia de papá' y 'La piel de Mica' (Plaza&Janés), 'Los cuentos del koala' y 'Tres mujeres solas'. Mi mejor CV son mis amigos. @PalomaBravo

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Los filósofos hablan sólos. Es una de las razones por las que nadie les escucha. Nunca te paras a escuchar a quien habla consigo mismo.

elenaclasica
elenaclasica
2 años hace

Queridísimo Sergio:
Este artículo sobre el verano, la playa, la boya amarilla (en mi playa de Cádiz hay otra), los libros leídos en la orilla del mar, el sabor a sal en la piel del ser amado y como si fuera ya la cosa más natural del mundo, “Yoga” de Emmanuel Carrère, pues… es sin más una obra de arte, un regalo tan precioso y preciosista como el riesgo de vivir sin red.
En su “Elogio de lo irreparable”, el maravilloso poeta Félix Grande dice así:
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita «¡Venganza!»

Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.

Carrère en “Yoga” nos relata el valor del riesgo, un salgo al vacío: “Yo creía que mi razón era sólida, que estaba bien enclavijada en el cuerpo gracias al amor, al trabajo, a la meditación. Me decía a mí mismo que al tener una relación tan circunscrita no sólo no corría el riesgo de perder mi alma, sino que gobernaba mi vida con sensatez”. Y perdió su alma, y se hundió en el abismo de la depresión.

Observo después de una intensa sacudida eléctrica cuántas veces nos has traído, querido Sergio, personajes al borde de la locura o sumidos en ella, y cuánta lucidez se asoma en su vacío y su oscuridad. La experiencia tortuosa de Carrère delata la mentira de la sensatez, y el miedo a abandonar la hipocresía con uno mismo. Las consecuencias parecen insalvables, ¿y aquellas de conservar el alma intacta a riesgo de no haber vivido? Sigue resonando Félix Grande “en el amor no existe lo verdadero sin lo irreparable”, nadar en perpendicular. Y yo me pregunto, quien ha salvaguardado su alma ¿ha salido victorioso? ¿No habrá caído de repente en un abismo insalvable, sin regreso desde la boya amarilla? Porque malo está hundirse, pero peor está no haber nadado en perpendicular nunca en esta vida que nos sostiene y a la que sostenemos, ¿hemos de cuidarla siempre con salvavidas? ¿O hemos de vivir con el alma a cuestas y puesta en la experiencia vital real? Creo que Carrère no soportaba la idea de no dejar que su alma nadara en perpendicular. El día en que el alma se rompe, ese día se da buena cuenta de haber vivido en plenitud, y hundirse en los abismos humanos es un privilegio único.

Por otra parte, querido filósofo, como amante y practicante del yoga, por supuesto la mirada al conocimiento oriental me fascina, y el recuerdo de Schopenhauer me trae reminiscencias del amor a la contemplación al arte y al ascetismo. Maravillosa novela “Yoga”, que contempla la caída después de la contemplación. Fascinante siempre la literatura que nos regalas, maestro, no hay palabras.

Solo puedo recurrir de nuevo a la poesía, recuerdo estos versos de Tomas Tranströmer en sus “Apuntes de fuego” que dicen así:

Durante los meses tristes, centelleó mi vida solo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga -a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.

Un abrazo gigante, querido amigo.

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