Chūya Nakahara nació en la ciudad de Yamaguchi el 29 de abril de 1907 en el seno de una familia acomodada, la cual le proporcionó una esmerada educación.
Tras unos años de infructuosos esfuerzos, Chūya entra finalmente en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio en 1931, donde estudia francés hasta 1933, año en el que se casa con Takako Ueno, en un matrimonio arreglado por su familia. En octubre de 1934 nace su primer hijo, que fallece prematuramente en noviembre de 1936. Como consecuencia, Chūya sufre una crisis nerviosa que lo lleva a ser ingresado temporalmente en una clínica psiquiátrica. Tras salir de la clínica y dedicarse durante unos meses a sus tareas de traductor y poeta, la voz de Chūya se apaga definitivamente el 22 de octubre de 1937.
La canción del verano que se va
Las copas de los árboles respiran profundo
y contemplan el cielo en lo alto de las alturas
mientras un viajero capta con su mirada precipitada
un cristal caído en la arena que el sol alumbra.
La cresta de la montaña clarea claramente y purga
el interior de la boca de peces de colores y muchachas;
ayer, a ese avión que sobrevuela,
le pinté una lágrima de insecto.
El viento eleva lazos al cielo;
recuerdo que, una vez, al mar vencido
pensé hablarle de esas olas.
Pensé hablarle de regimientos de soldados,
de ejercicios físicos del tronco superior,
de zapatos rojos de oficiales de rango inferior,
de bicicletas que circulan solas por caminos de montaña.
Un cuento de hadas
Una noche otoñal, allá a lo lejos,
había un río seco y lleno de guijarros,
y había también un sol
que brillaba y brillaba.
Más que un sol era una especie de sílex,
una especie de polvo de un ser extremo,
qué brillante era ver cómo brillaba
mientras emitía un sonido leve.
Hete que en ese instante se posó una mariposa sobre un guijarro
despidiendo una sombra
tenue y, al mismo tiempo, clara.
Al poco rato, la mariposa dejó de verse y descubrí que el lecho,
que no arrastraba nada, había empezado, no sé cuándo,
a arrastrar una corriente de agua que brillaba y brillaba.
Sobre la tristeza ya maculada
Sobre la tristeza ya maculada
hoy también caen copos menudos de nieve,
sobre la tristeza ya maculada
hoy también pasa de largo el viento.
La tristeza ya maculada
se asemeja a un gabán de piel de zorro,
la tristeza ya maculada
acurruca mientras caen copos menudos de nieve.
La tristeza ya maculada
no aspira a nada, no ansia nada,
la tristeza ya maculada
sueña con la muerte por agotamiento.
Sobre la tristeza
ya maculada se ciernen la pena y el miedo,
sobre la tristeza ya maculada
se pone el sol sin poder hacer nada.
Una noche fría
Una noche fría
mi corazón se entristece
sin estar siquiera triste…
ajado y amoratado.
Al otro lado de la puerta fornida,
los viejos días despreocupados;
en lo alto de la colina,
los frutos del algodón abiertos.
Fumea aquí la lumbre;
su humo se eleva como consciente de sí mismo.
Sin llamada alguna,
sin deseo cualquiera,
mi corazón fumea…
Vagabundeando
He salido a la calle
con los faroles encendidos
y al paso de los tranvías;
esta noche también hay mucha gente.
Camino yo a su lado,
entrado ya el invierno,
el corazón del gentío, inquieto, y, como sin razón,
deslumbrante todo y a la vez sombrío.
Sobre los edificios, en las profundidades del cielo,
la niebla permanece agazapada en silencio
mientras la alegría del pasado se entrega
sin reservas a una sonrisa estudiada.
No me apetece comer nada
ni tengo un destino definido,
el andén húmedo de la estación
es… todo cuanto ansío.
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Autor: Chūya Nakahara. Título: Abrazado a las estrellas. Editorial: Satori ediciones. Venta: Todostuslibros y Amazon
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