La mayoría de los españoles no valoramos lo que tenemos. Somos así. Despreciamos nuestra historia, nuestras ruinas, nuestra cultura. Eso sí, se nos cae la baba con todo lo ajeno. Si somos incapaces de celebrar el 400 aniversario de Cervantes de una forma digna, qué se puede esperar para todo lo demás.
Qué se puede esperar para el cine, por ejemplo. Nosotros mismos le hemos puesto la etiqueta de despreciable. No es raro aquí que alguien alardee de no ver películas españolas, como si por eso fuera más culto o más chic, o escuchar a algún snob que tal título es una ‘españolada’, o que todo el cine hecho bajo el franquismo es una basura propagandística.
Ignorancia. Eso es lo que nos ocurre. Desconocemos nuestra propia cinematografía. Si a eso añadimos la crisis general del cine de cualquier nacionalidad —y no digamos de los clásicos en blanco y negro del ya “decimonónico” siglo XX—, la posibilidad de cubrir nuestras carencias en la historia del cine español es casi nula.
Por eso tienen tanto interés trabajos como éste de la doctora y profesora de Cine Lucía Tello. La conservación e investigación de nuestro patrimonio cinematográfico ha sido muy deficiente, en consonancia con nuestro desinterés, el de los espectadores. Este exhaustivo estudio no sólo aporta luz sobre los personajes de periodistas llevados al celuloide, que también, sino sobre todo nuestro cine, desde el trabajo de los pioneros a finales del XIX hasta la primera década de este siglo XXI.
El recorrido por el más de medio millar de películas españolas que abordan de una forma u otra el periodismo es, inevitable y afortunadamente, también un recorrido por la propia historia del cine español. Estimulada por la máxima del legendario editor del Washington Post Philip L. Graham —“el periodismo es el primer borrador de la historia»—, Tello recorre la peripecia de nuestros periodistas, sí los nuestros, según los retrató nuestro cine, sí el nuestro. Es verdad que recuerda mucho a los estereotipos del cine norteamericano, pero aporta la particularidad de lo nuestro, siempre tan singular para mal y para bien.
Acompañemos a Lucía Tello en su viaje. Lo primero que encontramos es un recorrido rápido, casi vertiginoso, década a década. Parte del primer título catalogado sobre el periodismo, la película de los hermanos Perojo, Benito y José, Cómo se hace ‘Nuevo Mundo’ (1893). El film exalta con afán publicitario el magazine familiar del mismo nombre, que se disputaba en los quioscos con Blanco y negro la primacía entre las revistas.
Tello cuenta también la apasionante historia de un proyecto realizado en la Residencia de Estudiantes por Luis Buñuel con Ramón Gómez de la Serna, la película nonata El mundo por diez céntimos. Por desgracia o por fortuna, nunca lo sabremos, fue desbancada por otro proyecto que marcaría un antes y un después en la historia del cine: Un perro andaluz (1929). A los interesados en la idea malograda nos queda, bien aconsejados por la autora, el consuelo de los cuentos de don Ramón, en los que se iba a basar la historia de cómo se hace un periódico.
La primera película de ficción con un personaje periodista tiene el muy significativo título de A fuerza de arrastrarse (José Buchs, 1924), una historia que recoge el eterno conflicto entre lo que el público tiene derecho a conocer y lo que pertenece al ámbito privado. En este caso, un adulterio. Lástima que la única copia, en poder de la Filmoteca Española, acabara destruida sin saber cómo ni por qué. La malcasada (Francisco Gómez Hidalgo, 1926), sobre el mismo tema del escándalo público, tiene como punto de interés el reunir a grandes periodistas y firmas de la época: Azorín, Camba, Luca de Tena, D’Ors y Valle-Inclán, entre otros muchos.
Ya en la década de los 30, destaca La aldea maldita (Florián Rey y Pedro Larrañaga, 1930) por el uso que hace de los titulares de periódico para enriquecer la historia que cuenta. Interés especial merece Bajos fondos (Pedro Puche, 1937), una de las películas más taquilleras durante la guerra, en la que una fotografía publicada en la Prensa tendrá un papel casi protagonista.
En los 40, es constante el uso propagandístico —con frecuencia muy burdo— de los periódicos en el cine. Más interesantes, por ser menos oficialistas, resultan otro tipo de películas. Por ejemplo, aquellas en las que el periodista ejerce el papel de cretino bufón, equivalente al de las comedias disparatadas —slapstick comedies— norteamericanas, como Pototo, Boliche y compañía (Ramón Barreiro, 1948); otras de esforzados reporteros de tribunales como los de Audiencia pública (Florián Rey, 1946); o algunas de temática netamente periodística como la muy notable Vida en sombras (Lorenzo Llobet, 1948).
Los 50 los califica la autora como los años del «afianzamiento» de las películas sobre la Prensa. Yo me atrevería a ir más allá y calificar la década como la del esplendor del cine español sobre periodistas, sólo equiparable a la de los 80. Es ingente el número de títulos que aborda las peripecias de la profesión, muchos de gran calidad. Baste citar algunos ejemplos: Crimen en el entreacto (Cayetano Luca de Tena, 1950), con una reportera como protagonista y una magnífica recreación de las redacciones de la época; Séptima página (Ladislao Wajda, 1950), historia de un periodista de sucesos encargado de la página 7, la de los crímenes; la inolvidable Historias de la radio (José Luis Sáenz de Heredia, 1955), que es la referencia para entender la importancia de este medio en la España de entonces; o Escuela de periodismo (Jesús Pascual, 1956), uno de los pocos títulos sobre la formación de los periodistas, que además presta ya especial atención al enfrentamiento entre sexos en la profesión, máxime en aquellos años.
Tampoco se pueden olvidar, entre una interminable lista, films sobre los métodos o la particular vida cotidiana de los periodistas, tan relevantes como Cerca de la ciudad (Luis Lucía, 1952), La patrulla (Pedro Lazaga, 1954) y Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955).
Ya en los 60 merecen especial mención Ditirambo (1967), el nacimiento del emblemático personaje, periodista y escritor, de Gonzalo Suárez; Sólo para hombres (Fernán Gómez, 1960), con un periodista que llega a batirse en duelo, y otra vez con el trasfondo de la lucha de sexos; la indispensable La mano de un hombre muerto (Jesús Franco, 1962); o Cerrado por asesinato (José Luis Gamboa, 1962), donde el periodista es el asesino.
Los setenta están dominados por la llamada apertura y muchos filmes relacionados con escándalos sexuales de muy poco interés, según Lucía Tello. Más apetecible es el cine de los 80, donde el informador vuelve a ocupar un papel estelar en films como Opera Prima (Fernando Trueba, 1980), retrato del nuevo periodista español (un informador cultural de El País, por cierto); Antonieta (Carlos Saura, 1982), la mirada histórica a través de una reportera del convulso México de principios del siglo XX; Dedicatoria (Jaime Camino, 1980), un periodista enfermizamente atrapado por su trabajo; Un negro con un saxo (Francesc Bellmunt, 1987), sobre la investigación de la corrupción en la clase dirigente; o cómo no recordar Gary Cooper que estás en los cielos (Pilar Miró, 1980), donde todos creímos ver a Rosa Montero en aquella mítica redacción también de El País recién nacido.
En esa década, merece una mención especial el genial y muy especial Antonio Drove, quien dirigió La verdad sobre el caso Savolta (1980), a partir de la primera novela de Eduardo Mendoza. Es, en mi muy personal opinión, una gran película y la mejor sobre periodismo de nuestro cine, a pesar de los avatares de su accidentada producción.
La imagen del periodista en los 90 es heterogénea. Se puede encontrar a un tipo ayudando al éxito de un golpe de Estado, como en Catorce estaciones (Antonio Giménez-Rico, 1991); a frívolos periodistas deportivos de copa y puro como Antonio Resines en Todos los hombres sois iguales (Manuel Gómez Pereira, 1994); a mujeres intentando adaptarse a un mundo de hombres, como el personaje de la añorada Carmen Rico-Godoy llevado al cine primero por Ana Belén (Cómo ser mujer y no morir en el intento, 1991) y después por Enrique Urbizu (Cómo ser infeliz y disfrutarlo, 1993); o a una reportera galáctica de ‘la telebasura’ como Kika (Almodóvar, 1993).
Pero si hay una película en el cine español dedicada a fondo a los periodistas es Territorio comanche (Gerardo Herrero, 1999). Basada en el libro del mismo título de Arturo Pérez-Reverte, cuenta, a través de las relaciones y las vivencias, cómo es el día a día de la tribu de enviados especiales en la guerra de Sarajevo.
Ya en el siglo XXI, encontramos Soldados de salamina (David Trueba, 2003), donde la protagonista, Ariadna Gil, reconstruye desde el presente la historia del soldado de la República que salvó la vida del escritor falangista Sánchez Mazas. Resulta interesante también REC (Jaime Balagueró, 2006), que utiliza los realitys televisivos para contar una historia de terror. Y, en el lado opuesto del periodismo, aparece GAL (Miguel Curtois, 2006), fallido intento de llevar a la pantalla la más apasionante investigación periodística de la España contemporánea, la de la guerra sucia del Estado contra ETA.
Sería interminable y agotador mencionar todos los títulos sugerentes, por una u otra razón, que analiza la autora de este libro. Siento la apasionada acumulación de títulos, motivada por el ansia de descubrirlos o revisarlos. Me detengo, finalmente, en una de las mejores películas sobre periodistas en castellano, la magistral Tinta roja (Francisco Lombardi, 2006). Se trata de una coproducción hispano peruana, basada en la gran novela de Alberto Fuguét, que refleja como pocas el trabajo sobre el terreno de los periodistas de sucesos. Conviene recordar que en los sucesos se encuentran las esencias del mejor periodismo
Este exhaustivo recorrido por las películas sobre periodistas es sólo una parte del gran trabajo de Lucía Tello. Además, el lector podrá encontrar un completo estudio de la imagen, los estereotipos y la ética de los chicos de la Prensa, según nuestro cine. Partiendo de toda esa información se podría construir un auténtico retrato robot del periodista hispano. Además, la obra contiene un enciclopédico recorrido por los diferentes tipos de informadores, por grupos de películas, desde el chico para todo hasta el crítico, pasando por el reportero o el presentador.
Por si fuera poca esta información, el libro ofrece un completísimo índice de títulos. El ingente trabajo de Lucía Tello es ya una obra de referencia imprescindible para amantes del cine y de la Prensa española, juntos o por separado. Cuándos ciclos se podrían hacer con todas estas películas.
Autor: Lucía Tello Díaz. Título: Diccionario del periodista en el cine español (1896-2010). Editorial: Notorious Ediciones y Fundación SGAE . Edición: papel
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