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Homenaje a la libertad - Zenda
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Homenaje a la libertad

La primera, El anarquista que se llamaba como yo, de 2012, recrea la trágica historia de un libertario homónimo del autor condenado a garrote vil en 1924 por su activismo contra la dictadura de Primo de Rivera. Cuatro años después, la siguiente, Tuyo es el mañana, tiene como eje anecdótico la fecha de nacimiento, el...

Resulta rarísimo que un escritor tenga desde el mismo arranque de su escritura un proyecto narrativo por completo perfilado. Es el caso, sin embargo, de Pablo Martín Sánchez. Sus tres novelas han ido apareciendo independientes, sin nexos argumentales o temáticos entre ellas, pero se integran en un diseño global que el propio autor ha detallado. A tenor de sus explicaciones, tres factores conforman la identidad personal: el nombre, la fecha y el lugar de nacimiento. A novelar esos “elementos que componen la biografía mínima de cualquier persona” —lo recalca en el recién aparecido Diario de un viejo cabezota— ha ido dedicando, y por el orden señalado, sendas obras.

"El último jalón de este programa novelesco original y curioso comparte con los dos previos una misma libertad de ideación y de escritura"

La primera, El anarquista que se llamaba como yo, de 2012, recrea la trágica historia de un libertario homónimo del autor condenado a garrote vil en 1924 por su activismo contra la dictadura de Primo de Rivera. Cuatro años después, la siguiente, Tuyo es el mañana, tiene como eje anecdótico la fecha de nacimiento, el 18 de marzo de 1977. En este caso se rescata el marco histórico de la Transición a través de una pluralidad de puntos de vista (un niño que habla desde la placenta, el retrato de una señora que lo hace desde la pared del salón familiar, o un galgo) que radiografían una época marcada por manifestaciones, atentados y un horizonte de elecciones y amnistía. Faltaba la tercera pata del trípode, el lugar de nacimiento. El plan previo se cumple ahora con Diario de un viejo cabezota (Reus, 2066), localizada en la ciudad natal del autor y en un tiempo distópico.

El último jalón de este programa novelesco original y curioso comparte con los dos previos una misma libertad de ideación y de escritura. Responde a un idéntico espíritu vanguardista, más juguetón que estrictamente experimental. Como sea, la forma externa, un diario que el tal “viejo cabezota” encadena, aprovechando las hojas de cortesía de varios libros, entre el 24 de junio y el 30 de septiembre de dicha fecha futurista, ofrece una colección de trampantojos anecdóticos y formales. El primero lo encontramos ya en la nota preliminar de los apócrifos editores del libro al indicar que fue escrito por “un autor menor de principios del siglo pasado”, Pablo Martín Sánchez, durante la negra etapa del Acuerdo de Estrasburgo. Humor y creatividad se anuncian, pues, desde las primeras páginas del libro. El autor convoca de este modo al lector a una fiesta de la literatura.

"El viejo cabezota practica el soneto irracional, compuesto por cinco estrofas: un terceto, un verso suelto o monóstico, un cuarteto, otro monóstico y un quinteto"

El diario desborda ampliamente su declarada misión de testificar los enigmáticos sucesos que rodean el dañino Acuerdo y de servir de lección para generaciones futuras. Tiene una amplia y entusiasta dimensión metaliteraria y autoficcional. Por una parte, Martín Sánchez discurre acerca del género diarístico y sus exigencias frente a lo novelesco. Por otra, establece un diálogo con sus propias obras precedentes, a lo que añade datos privados con intención autobiográfica. A este juego pertenece la mención de escritores recientes o actuales (o sea, del tiempo en que el protagonista era joven): su paisano Gabriel Ferrater en plan homenaje y reivindicación; Javier Cercas a propósito de su teoría narrativa del “punto ciego” y Vila-Matas en su condición de Bartleby. Pero no se trata de un censo libresco al uso, porque le pone un envoltura de humor: a Fernández Cubas la hace Premio Cervantes; a su cuñado (¿lo es?), el ensayista argentino Pablo Nacach, le desea que en paz descanse; a David Trueba lo manda al otro mundo de un infarto. Y Dalí le sirve para una cáustica chanza apoyada en un documento de hemeroteca.

Lo literario se despliega además con entusiasmo en otras direcciones. El viejo cabezota practica el soneto irracional, compuesto por cinco estrofas: un terceto, un verso suelto o monóstico, un cuarteto, otro monóstico y un quinteto. Las convenciones del diario también conocen cambios: una fecha se rellena con líneas de una sola palabra, otra detalla la receta de la paella de conejo al modo de un libro de cocina y una tercera indica todos los movimientos de una partida de ajedrez.

"Hechos muy graves, solo aludidos de forma genérica, ocurrieron en un pasado reciente de Cataluña: hubo un tercer referéndum de independencia y una guerra civil"

Estos divertimentos tienen una expresión más extremada en la vertiente experimental de la novela, testimonio de la militancia de Martín Sánchez en el transgresor grupo francés “Oulipo” de Duchamp, Queneau o Perec. Aunque el diario se atenga a las convenciones del género, admite dibujos, planos arquitectónicos, juego de letras y variedad de ilustraciones. El diario refleja asimismo el fervor del autor por la palabra y por la narración. Se ve claramente en su afición a hacer listados: minuciosa relación de achaques de salud, inventario de cicatrices corporales, índice de la actividad diaria hora a hora o repertorio de coches utilizados. Particularmente notable resulta el censo de recuerdos generacionales donde significativas menudencias sustituyen a los grandes hitos de una biografía: un machacón “Me acuerdo” menciona el ratoncito Pérez, el pegamento Imedio, las latas de foie-gras La Piara, los cromos de los Bollycaos, el Tetris… y así a lo largo de varias páginas.

Esta dimensión artística y lúdica de Diario de un cabezota no es, sin embargo, un seductor ejercicio literario, propio de un escritor creativo que busca la atención de quienes comparten semejantes inclinaciones. Bajo este artilugio se solapa una historia tremenda. El “viejo cabezota” de 89 años se encuentra enclaustrado en un vetusto edificio modernista, antiguo manicomio, el centro Pere Mata, en parte geriátrico y en parte asilo de mutilados. Hechos muy graves, solo aludidos de forma genérica, ocurrieron en un pasado reciente de Cataluña: hubo un tercer referéndum de independencia y una guerra civil. También se produjeron a nivel planetario, con una tercera guerra mundial, y peninsular: aquí, a raíz del “Pacto de la Vergüenza entre Estados Unidos y la Mancomunidad Europea”, el territorio tiene que ser desalojado en un plazo apremiante que expira el último día del diario y obliga a desocupar el asilo.

"Este sentido esperanzador lo materializa Martín Sánchez evitando los peligros de la abstracción y fortaleciendo la carga emocional. Estamos ante una novela de amor y sentimientos"

Para que esto ocurra, misteriosas fuerzas despliegan diversas violencias, amenazas e intimidaciones. Sin embargo, a ello se oponen unos cuantos heroicos resistentes encerrados en Pere Mata. Son los que la propia novela califica como sus dramatis personae. Se trata de cinco “momias” octogenarias, cinco “tullidos” y dos trabajadores. Más el autor del diario, el propio Martín Sánchez en su imaginaria senectud. El grupo padece una situación en extremo difícil: no tienen apenas alimentos, ni electricidad, ni carburantes ni agua corriente. A pesar de las circunstancias, la mayoría de internos no están dispuestos a aceptar las coacciones y a abandonar el edificio. Aunque se producen abandonos y disensiones, e incluso alguien paga la rebeldía con la vida, la novela tiene un final positivo y esperanzador que supone un simbólico triunfo de la independencia.

Este sentido esperanzador lo materializa Martín Sánchez evitando los peligros de la abstracción y fortaleciendo la carga emocional. Estamos ante una novela de amor y sentimientos. La relación entre el viejo testarudo y la doctora que lo atiende, la traumatóloga Audrey Lourenço, alcanza la categoría de línea vertebral de la historia y constituye un matizado relato de amor sostenido, cálido y apasionado. El protagonista destina, por otra parte, el diario a su difunta mujer y tiene siempre en mente al hijo, fallecido en otra guerra, y a su hija, que vive a muchos kilómetros de distancia. Estos recuerdos aportan intensidad emocional. La misma función tienen otros elementos. Para ello se dedican páginas a una perra callejera de triste destino. Y con el mismo propósito se refiere la peripecia de una joven cocinera mutilada en un accidente laboral, Paula, embarazada de cinco meses. Paula muere en el parto y el protagonista cuida del bebé. Luego, la doctora Audrey logrará escapar del terror llevando consigo en un barco a la niña recién nacida. Estos duros episodios se refieren con una intensidad dramática ejemplar.

La situación apocalíptica narrada se resuelve de forma positiva porque la novela se erige en un alegato a favor de la capacidad humana para sobrevivir. En el propio diario se habla de ello: la adversidad no elimina la fuerza de nuestra especie para sobreponerse; los testimonios escritos de náufragos, presos o soldados hacen ver que la vida depende muchas veces de un anhelo; lo que diferencia al homo sapiens del resto de animales no es la inteligencia, o la capacidad de hablar, o de reír o de sonrojarse, “sino de renovar continuamente sus deseos”. La novela ilustra un empeño absoluto para sobrevivir a la tiranía. Esa es la proeza que refiere Pablo Martín Sánchez, cuyas grandes dotes de narrador hacen de Diario de un viejo cabezota un homenaje a la libertad tan emocionante como artísticamente exigente.

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Autor: Pablo Martín Sánchez. Título: Diario de un viejo cabezota (Reus, 2066). Editorial: Acantilado. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Santos Sanz Villanueva

Santos Sanz Villanueva (Soria, 1948) es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza y doctor en Filología Románica por la Complutense de Madrid, de la cual es catedrático jubilado de Literatura Españo­la. Conferenciante y crítico literario, ha recibido el Premio Fastenrath de Ensayo de la Real Academia Española por Historia de la novela social española, y el Premio Fray Luis de León de Ensayo. Entre sus publicaciones más importantes, destacan Narrativa en el exilio (1977), Lectura de Juan Goytisolo (1980), El siglo XX. Literatura actual (1984), La Eva actual (1998), El último Delibes y otras notas de lectura (2007), Diez novelistas españoles de postgue­rra. Siete olvidados y tres raros (2010) y La novela española durante el franquismo (2010). Ha prologado libros de Cervantes, Miguel Delibes, José Hierro, Juan Goytisolo, José María Merino, Arturo Pérez-Reverte, Josep Pla, Gonzalo Torrente Ballester y Francisco Umbral.

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