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30 años sin Roald Dahl: seguimos buscando el billete dorado - Zenda
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30 años sin Roald Dahl: seguimos buscando el billete dorado

Un 13 de septiembre de 1916 Dahl llegó al mundo en un pueblo de Gales, una fecha tan importante como la que hoy se celebra, la de su muerte, porque marca los años que este genio de la literatura para pequeños y jóvenes dedicó a regalarnos historias como Charlie y la fábrica de chocolate, Las...

Se cumplen 30 años del fallecimiento en Oxford (Inglaterra) de Roald Dahl, uno de los genios de la literatura infantil y juvenil, creador de personajes inolvidables como Matilda y al que autores españoles como Roberto Santiago o Silvia Abril quieren decirle esto: «Gracias, Roald, muchas gracias».

Un 13 de septiembre de 1916 Dahl llegó al mundo en un pueblo de Gales, una fecha tan importante como la que hoy se celebra, la de su muerte, porque marca los años que este genio de la literatura para pequeños y jóvenes dedicó a regalarnos historias como Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas, Matilda o James y el melocotón gigante, que fue su primer libro infantil, publicado en 1961. Son libros a los que habría que sumar otros muchos —como El gigante bonachón o Los cretinos—, porque este escritor nos ha dejado una producción con la que poder disfrutar horas y horas de risas, intriga y reflexión. Cuentos que a muchos de nuestros mejores autores de literatura juvenil le han «cambiado la vida».

Matilda

Así le sucedió a Roberto Santiago, el padre de la colección Los Futbolísimos, cuando leyó Charlie y la fábrica de chocolate siendo un niño. «Supe que nada sería igual en mi vida. A partir de aquel instante, llevo cuarenta años buscando el billete dorado. Lo busco con ahínco en mis viajes, en los helados y barras de chocolate que tomo, en los atardeceres, en el rostro de la gente que conozco, y sobre todo, lo busco en cada una de las novelas que escribo», cuenta a Efe. Por eso, afirma que «no ha habido ningún escritor que supiera narrar el sueño infantil de millones de niños de una forma tan poderosa«. «La mera existencia en nuestra imaginación y nuestros recuerdos de Charlie, el superzorro, Matilda o el gran melocotón es motivo suficiente para ponernos en pie, dar gracias y brindar. Deberíamos celebrar el cumpleaños de Roald Dahl todos los días», pide Santiago.

Gene Wilder en el papel de Willy Wonka.

Lo mismo considera la actriz y escritora Silvia Abril, autora del libro infantil Las fantásticas Hormiguets, quien lamenta haber descubierto «tarde» a «Matilda». «Me fascinó, y para mí ha sido un cuento maravilloso y una historia a la que vuelvo para contársela a mi hija. Sus aventuras y las de Charlie y la fábrica de chocolate son dos referentes importantísimos de la literatura infantil. Gracias Roald Dahl, gracias», añade.

Película de animación James y el melocotón gigante.

Asimismo, para la también escritora infantil Begoña Oro, autora de libros como Julia y Paco o El conejo Nico, Dahl fue una lectura de su infancia, y en concreto recuerda lo que le sucedió cuando leyó Las Brujas. «Me lo creí a pies juntillas, como te crees lo del ratoncito Pérez, y me impresionó mucho, iba buscando brujas a mi alrededor», recuerda a Efe. «Luego, de mayor, cuando dejé mi trabajo de editora para intentar ser escritora, recuerdo que lo primero que hice fue ir a la biblioteca Elena Fortún y sacarme todo Roald Dahl, como el que se pone a leer toda la Biblia, porque me dije que quería aprender de él y ver por qué me gustaba tanto de pequeña». Por eso, esta insaciable lectora de Dahl destaca a los «malos», porque para ella son los «mejores malos de la historia». Pero también resalta la «bondad» del escritor inglés ya que «siempre ganábamos los que teníamos que ganar, los niños, los lectores». Asimismo, para Oro el humor es otro de los buques insignias de la literatura del autor británico porque «con pocos autores te ríes como te ríes con él». «Yo querría ser como él, así de gamberra y libre. Ahora no lo editarían porque era muy gamberro, pero tenía una especie de moral poética donde los buenos siempre ganaban, y también los distintos, como esa Matilda», concluye.

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