Pío Baroja situó alguna de sus novelas en el escenario de las guerras carlistas, como Zalacaín el aventurero, que transcurre durante la tercera de éstas, o algunos episodios de la serie Memorias de un conspirador, ambientados en la primera. Hay también un interesante texto de Baroja, aunque menos conocido, a medio camino entre el relato y el reportaje, en el que el novelista vasco narra la espectacular expedición del general Miguel Gómez al frente de la columna de caballería e infantería carlista que, en el año 1836 y durante seis meses, se adentró profundamente desde el Norte en territorio enemigo, llegando hasta Andalucía, donde tomó Córdoba, Ronda y Almadén, y alcanzó Gibraltar antes de retornar a su punto de partida. La historia, aventurera y épica, abundante en lances y combates, fue narrada por Baroja tras seguir minuciosamente el itinerario de la fuerza carlista, describiendo con mucho detalle los hechos y los lugares.
Por su audacia y duración, la incursión del general Gómez pasó a los anales de las acciones legendarias de la caballería, estudiándose en las academias militares de todo el mundo; hasta el punto de que tres décadas más tarde, en la Guerra de Secesión norteamericana, inspiraría la acción similar del coronel Benjamin Grierson, quien llevó a una fuerza de caballería de la Unión por territorio confederado para destruir la línea del ferrocarril en Toward, Mississippi. Esta expedición fue recreada en 1959 por el cineasta John Ford en la película Horse soldiers (Misión de audaces), protagonizada por John Wayne y William Holden.
Tres de los sables de caballería utilizados, entre otros, por los jinetes del general Gómez, fueron habituales en campaña durante los hechos de armas en la primera guerra carlista. Todos ellos han sido registrados por el pintor de batallas Augusto Ferrer-Dalmau en cuadros de los que dedicó a ese período histórico. El primero de ellos, el más clásico, es el modelo reglamentario para caballería ligera modelo 1815. El segundo es el espectacular modelo reglamentario 1825 para caballería de línea, de hoja recta. El tercero, que por las características de su hoja constituía una temible arma de guerra, es el modelo 1825 no reglamentario, con empuñadura española y hoja británica. Durante las guerras carlistas, ambos bandos, carlista y liberal, utilizaron con frecuencia los mismos modelos de sables.
Sable de tropa de caballería ligera modelo 1815
Ficha técnica
Guarnición robusta de latón a la francesa, de guardamano y tres gavilanes con puño de madera gallonado, monterilla corrida hasta la virola, galluelo de lengua ligeramente curvado hacia el lomo de la hoja con punzón Ybarzábal (taller de Benito de Ibarzábal en Eibar, Guipúzcoa). Hoja de lomo cuadrado de 84×3,5 cm. curva y con filo corrido al exterior que se hace doble en la pala, con bigotera, vaceos muy largos y anchos en los planos y marca «Real Fábrica de Toledo Año de 1828» grabada en el lomo. Vaina de hierro con punzón «Ybarzábal», dos abrazaderas con anillas y batiente de cresta. Peso 2,4 kg. El artesano que fabricó la empuñadura, Gabriel Benito de Ibarzábal, tenía su taller de forjado en Eibar (Guipúzcoa) y fue un prestigioso fabricante de armas blancas del siglo XIX. La calidad de la elaboración de este sable, declarado reglamentario para la caballería, queda patente en su atractivo diseño y bella factura. Destaca sobremanera el diseño de la empuñadura, con la montura formada por tres gavilanes que surgen del mismo vástago desde el pomo, para luego ramificarse y unirse finalmente con la cruz.
Espada de tropa de caballería de línea modelo 1825
Ficha técnica
Guarnición de latón con guardamano y tres gavilanes, monterilla de casquillo con una muesca en cada borde, puño de madera forrado en piel con torzal, virola, galluelo en lengua ligeramente curvo hacia el lomo con marca «Ybarzábal». Hoja recta y larga de 94×3,5 cm., adecuada para cargar de punta, de lomo cuadrado, vaceada en su primer cuarto con inscripción «Real Fábrica de Toledo Año de 1826», resto de hoja con doble filo, cresta y a dos mesas. Vaina de hierro con marca «Ybarzábal» junto a la boquilla, dos gruesas abrazaderas con anillas y batiente de cresta asimétrico. Peso 2,5 kg. Se trata de un arma espectacular, robusta y contundente, utilizada para cargas de caballería pesada o de línea, que el jinete utilizaba de punta al cargar al galope contra el enemigo. En uso durante las guerras carlistas.
Sable de combate de oficial de caballería con hoja inglesa
Ficha técnica
Guarnición de latón a la francesa, correspondiente a la del modelo español reglamentario para caballería ligera 1825, de guardamano y tres gavilanes, en este caso con puño de ébano, monterilla de sombrerete corrida hasta la virola, galluelo en lengua de pico. Hoja inglesa curva y ancha de lomo cuadrado característica del modelo británico de 1796, de 83x4x4,2 cm. con largo vaceo, ensanchada en la pala a dos filos. Marca inglesa «Craven» en el lomo y otra de controlador en plano de la hoja. Vaina ancha de hierro con dos abrazaderas y anillas y batiente asimétrico. Peso 2,3 kg. La hoja de este sable procede de fabricantes británicos y fue enviada a España en grandes cantidades durante la Guerra de la Independencia, montándose durante varias décadas con empuñaduras españolas. Por su peso, equilibrio y dimensiones, esta poderosa hoja de sable había ganado fama de mortífera durante las guerras napoleónicas, pues su tajo causaba terribles heridas, hasta el punto de que las tropas francesas llegaron a protestar por su uso, y la caballería prusiana la adoptó como propia durante todo el siglo XIX. Este soberbio ejemplar es un arma de guerra pesada y letal, ajena a los salones y los uniformes de gala, fabricada en los comienzos de la primera guerra carlista y destinada a combatir en campo abierto. El puño de ébano y el no tratarse de un modelo reglamentario indican que pudo pertenecer a un oficial.
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