Colón ha pasado de héroe a villano en poco tiempo. Su hazaña ha cumplido más de cinco siglos, pero en varias semanas su imagen ha rodado por los suelos. El mundo está repleto de estatuas del almirante, hay miles repartidas por todo el mundo. Ahora las quieren derribar. ¿Qué ha ocurrido? Mi última novela, La sangre de Colón, es una obra escrita en clave actual, no es histórica. En ella he volcado cinco años de mi vida, investigando y visitando lugares colombinos, territorios donde comenzó la historia de la nueva América. Es evidente que las ideas que sobrevuelan la cabeza de cualquier escritor y que terminan en un libro son siempre un misterio. Yo tenía claro que quería escribir sobre Colón, defenderlo con uñas y dientes, pero no podía imaginar lo que iba a ocurrir cuando se publicase.
Se dice a menudo que la realidad supera a la ficción. A veces incluso puede igualarla. Es exactamente lo que ha ocurrido con el lanzamiento de La sangre de Colón. El libro comienza con el ataque a la estatua de Columbus Circle en Nueva York, junto a Central Park. Y hace unos días, debido a los acontecimientos que se están produciendo en los Estados Unidos, el gobernador ha tenido que salir en defensa de esa efigie que muchos quieren destruir. De novela. El movimiento Black Lives Matter ha desatado la ira de la gente. Los actos vandálicos tras la muerte de George Floyd se han dirigido hacia numerosas estatuas de esclavistas y miembros del ejército confederado, y aunque cualquiera podría preguntarse qué diablos tiene que ver Cristóbal Colón con eso, lo cierto es que ha entrado de lleno en la diana de los manifestantes, una situación de tintes novelescos. Desde hace unos años, se está atacando el hecho del Descubrimiento de América. Son muchas las ciudades donde se ha sustituido el Día de Colón por el Día de los Pueblos Indígenas. Y ahora, al amparo del enfado por los símbolos del pasado, Colón vuelve a aparecer como el antihéroe de la conquista, un supuesto opresor de los nativos americanos. Dentro de una empanada ideológica monumental, estamos asistiendo a un fenómeno revisionista de la Historia sin precedentes.
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¿Es tal vez Cristóbal Colón el malo de esta historia? Se mire como se mire, su gesta cambió la Humanidad, y el mundo nunca fue igual desde que alcanzó esas tierras, que pasaron a formar parte de la cultura occidental al entrar por la vía rápida en el Renacimiento. Aquellos que le critican, que dicen que fue un genocida, tienen que saber que con él también desembarcó la cultura de los derechos humanos y la libertad. Ya nadie recuerda cómo eran las sociedades precolombinas. El almirante encontró en sus viajes indios antropófagos ―los caribes―, y otros que masacraron a todos los españoles del primer asentamiento ―los tainos―. Colón tuvo luces y sombras, pero no fue esclavista, un asunto muy posterior a su muerte. Sin embargo, se le relaciona con ese asunto, aunque no haya ni una sola prueba de que contribuyera al tráfico de esclavos de África. La esclavitud era ya una práctica abominable en América antes de la llegada de las naves europeas, la practicaban los indios nativos. Si pudiésemos volver al pasado y preguntarle a la mayoría de las razas aborígenes en aquel momento, dirían que respiraron el día que Colón llegó por aquellas tierras, porque se vieron liberados.
La situación actual de los indígenas en América es injusta, pero no se puede culpar a Colón. Las críticas solo deben recaer sobre los Gobiernos emancipados. Tras más de doscientos años de soberanía han tenido tiempo más que de sobra para solventar el estatus de las razas nativas. En nuestro país también fuimos invadidos, incluso por una lista de conquistadores mucho más larga que la americana. Suevos, vándalos, alanos, fenicios, cartagineses, romanos, árabes… no hubo descanso en la península Ibérica. Todos ellos forman parte de nuestra cultura, de nuestra sangre. Sin embargo, América dispone de un nutrido censo de fantasmas, tiene pendiente enfrentarse a la realidad de su pasado, un proceso tan complicado, tan difícil, que ha acabado en la fobia a las estatuas.
Yo me he limitado a escribir una obra de ficción, de esas que tratan de atrapar al lector y sumergirle en una trama vertiginosa. Sí, lo reconozco, es un thriller. Pero también he intentado que aporte valor al debate, más necesario que nunca, a la vista de los acontecimientos. Pasemos de la ficción a la realidad, digamos alto y claro que retirar, decapitar o pintar de rojo las estatuas de Colón no es solución a un problema tan complejo. Solo el debate y el análisis sosegado pueden conducir a un final feliz en esta historia.
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Autor: Miguel Ruiz Montáñez. Título: La sangre de Colón. Editorial: Harper Collins. Venta: Todostuslibros y Amazon
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