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Poemas de Manolito el Pollero - Zenda
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Poemas de Manolito el Pollero

Manuel Fernández Sanz sigue apareciendo en las antologías de poesía del siglo XX, aunque toda su obra sea un único libro publicado después de su muerte. Los versos de Cordelia publica Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero, con prólogo de Camilo José cela. A continuación Zenda reproduce este texto del editor Jesús Egido...

Manuel Fernández Sanz sigue apareciendo en las antologías de poesía del siglo XX, aunque toda su obra sea un único libro publicado después de su muerte. Los versos de Cordelia publica Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero, con prólogo de Camilo José cela.

A continuación Zenda reproduce este texto del editor Jesús Egido y varios poemas de Manolito el Pollero.

Manolito el Pollero, el único poeta que vivía de la pluma

Con un único libro publicado, y además póstumo, la figura y la obra de Manuel Fernández Sanz se han ido disipando con el paso del tiempo en el olvido. Sin embargo, rara es la antología aparecida entre las décadas de los cuarenta y sesenta del siglo XX en la que no esté su firma. En las oficiales, surgidas en el entorno franquista de José María Pemán, sale con el nombre con que fue inscrito en el registro Civil. En las otras, las oficiosas como Poesía española contemporánea (1929-1964) editada por Alfaguara en 1966, con el apodo que le convirtió en uno de los personajes más populares de la bohemia madrileña, Manolito el Pollero, “el único poeta que vivía de la pluma”, en alusión a la rentable pollería que sus padres poseían en la calle de Tetuán.

Comparte honores y páginas con autores tan prestigiosos como José Hierro, José Ángel Valente, Ángel González, Claudio Rodríguez y hasta Gloria Fuertes, cuya importancia quedó demostrada en 2017, durante la celebración de su primer centenario, que contó con más presupuesto y propaganda que el cuarto de la muerte de Cervantes y de la publicación de la segunda parte del Quijote.

La voz de Manolito el Pollero fue habitual y destacó en los “Versos a Media Noche” del café Varela de Madrid y en la taberna de La Cruzada, junto a Alfredo Juderías, Rafael Azcona, Manuel Alcántara o Emilio Carrere. Pero también se hizo oír en las “Alforjas para la poesía” del teatro Lara, donde participaban Torcuato Luca de Tena, Gerardo Diego o Pemán.

La leyenda asegura que el Pollero escribió su obra en servilletas de cafés, pero no queda claro si en los de Madrid o en los de París, porque bajo esa broma avícola Manolito escondía una cultura de raíces francesas que le permitía leer en su idioma a François Villon, al que rinde homenaje en el ahorcado de su exlibris, y mantener extensas y divertidas conversaciones con  su amigo y primer y único editor, Camilo José Cela, quien sufragó en la Colección Juan Ruiz de Papeles de Son Armadans Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero, edición de corta tirada para suscriptores y amigos que hoy es prácticamente imposible     de encontrar. “No sale”, como se dice en el argot del libro de viejo.

En la nota del editor, Cela escribía: “He aquí los versos de un amigo que acaba de morir: Manuel Fernández Sanz, hombre honesto y entrañable que pasó por la vida casi de puntillas, bebiendo vasos de blanco, dignificando ripios y sonriendo, ¡Dios lo bendiga!, a putas, hampones y menesterosos.

”En mi casa de Mallorca vivió desde el 11 de enero hasta el 9 de febrero de este año, en el que juntos volvimos a la península en el barco de Alicante, el viejo Dómine. En estos veintitantos días, casi un mes, se portó bien, comió sin excesos, bebió con relativa prudencia y se dejaba cuidar; a veces protestaba, pero sin entusiasmo, de las acelgas cocidas que le daba mi mujer, y entonces nos amenazaba con subirse al 600 que se trajo y con refugiarse en la taberna de Sócrates, a hincharse de cocido y de callos a la madrileña.

”Manolo dejó los versos que ahora publico y me expresó su deseo de que apareciesen en esta Colección Juan Ruiz; pensaba haberse pagado la edición pero, por desgracia, ya no podrá hacerlo. Tampoco a nadie, en su nombre, se lo permitiría. La edición de un libro de versos no es cara y, en todo caso, en nada mejor que en recordar a un amigo pudiera gastarme los reales me haya de costar. El libro se titula Silva, grillera y cigarral y va firmado: Manolito el Pollero. No hago sino cumplir la voluntad de un muerto”.

La primera noticia que tuve del Pollero me llegó al editar a comienzos de 2019 las memorias literarias de José [Pepe] Esteban, Ahora que recuerdo, donde dedica un capítulo al poeta bohemio:

“Hubo tertulias en el café Varela, donde a partir de las doce de la noche se recitaban versos, lo que dio en llamarse Versos a Medianoche, que después, y a causa de su éxito, se trasladó al teatro Lara. Contó con una pléyade de poetas de todo tipo y condición, bohemios y continuadores de la desgarrada lírica bohemia. Una de sus estrellas, fue Manolo Fernández Sanz, al que llamaban el Pollero.

Este singular y extravagante personaje tenía para mí recuerdos casi míticos. En el verano de 1957 apareció por Sigüenza a visitar a su amigo, y participante en todo este genero de cuchipandas poéticas, el ya recordado aquí y maestro de mi juventud, Alfredo Juderías. Lo recuerdo, muy lejanamente, orondo, no muy alto, y que lucía un bigote de época. Vino en Vespa, y me sorprendió su desgarro verbal y actitudes y desplantes, que recuerdo como muy valleinclanescas.

Después de varias copas y versos, muchos versos, y anécdotas, muchas anécdotas, me dedicó un soneto autógrafo que copió de memoria en la barra

de un bar. Venía de Soria y el poema se titulaba y refería a las famosas ruinas de Numancia. El soneto terminaba, gloriosamente así, muy lejos de la épica de tal lugar:

Se ve a un burro y a un perro; el burro hace
más que sombra, perfil en paz y pace
los cardos mitológicos del cerro;
y el perro se despulga y come vivo…
Y uno se va tras ver meditativo
que pace un burro y se despulga un perro.

Fechó y firmó: Sigüenza, agosto de 1957
Manolo el Pollero.

La segunda noticia me llegó en forma de riña. Mario Fernández González, el librero de viejo de Berceo, me llamó contrariado por haberme oído decir, parafraseando a Pepe Esteban, que Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero era una “auténtica joya bibliográfica” en poder de muy pocos.

—Yo tengo dos ejemplares —me protestó Mario.

Aunque lo que más le dolía, creo yo, era el hecho de que las memorias de Pepe retrataran al Pollero como un alegre bohemio, simpático y campechano, más que como un culto y bien relacionado intelectual de arraigado sentido del humor, que era capaz de acudir en primera fila al campo de Gas para ver una velada de boxeo en compañía de Manuel Alcántara y el periodista deportivo Fernando Vadillo, y de actuar como cocinero en la película de Ladislao Vajda María, matrícula de Bilbao, compartiendo cartel, aunque fuera como secundario, con Alberto Closas.

Todas estas cosas, por supuesto, las descubrió Mario según investigaba en la vida y obra de Manuel  Fernández Sanz, por lo que visto lo visto no me quedó más remedio que proponerle reeditar la Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero, que tras el retraso obligado por el confinamiento del coronavirus ennoblece el catálogo de “Los Versos de Cordelia”.

En la Feria del Libro de Madrid de 2019, ya inmerso en la aventura pollera, le pedí a Camilo José Cela Conde permiso para que acompañara a la introducción de Mario Fernández el prólogo de su padre a la primera edición del Pollero.

—¡Hombre, el Pollero! Estuvo en mi casa unos días, invitado por mi padre —exclamó con un deje de nostalgia y cariño. Y enseguida cedió generosamente los derechos de Camilo José Cela.

Mario Fernández tenía razón, su tesis se iba consolidando y la figura de Manolito se iba agrandando según avanzaba su investigación para la edición del libro.

También conocía al personaje José Luis Garci, que lo había frecuentado junto a Manuel Alcántara. Y Juan Manuel Bonet, que como Mario Fernández guardaba dos ejemplares de Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero, lo que demuestra que los pocos que disponen del libro lo tienen a pares.

El placer de editarlo, con sus retrasos víricos y berceicos, las largas conversaciones con Mario Fernández conociendo de primera mano sus avances y hallazgos y rogándole que pusiera fin en algún momento a sus investigaciones, la ilusión ante la lectura de los poemas que componen el libro, auténticas joyas del humor libre y licencioso, la corrección de primeras y segundas pruebas, intentando burlar a Mario para colarle alguna errata, han constituido una experiencia impagable y me ha llevado a situar a Manolito el Pollero en un puesto destacado de la poesía española del siglo XX. Casi me atrevería a decir que a la altura de Gloria Fuertes que —ya lo he contado— mereció más atención y celebraciones en su aniversario que Miguel de Cervantes en el suyo.

(Jesús Egido, editor)

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Poemas de Manolito el pollero

La churrera

Encaramada en la acera,
dando está diente con diente
la churrera.
¡Con cuánta frescura miente
su pregón de: calentitos!
La delatan los mitones;
encubren a diez curritos
de un guiñol de sabañones.

Canción para dormir un pie

A la nana, nanita, nana.
Duérmete chiquirritín
dentro de tu calcetín:
que es de lana.

El niño y las ranas

Al pasar junto a la charca
el niño me preguntaba:
—¿Qué son las ranas?
—Pues, mira niño, las ranas…
—¿Y por qué cantan?
—Pues, mira niño, las ranas…
—¿Y por qué saltan?
—Pues, mira niño, las ranas…
—¿Y por qué nadan?
¡Y no tuve más remedio
que tirar el niño al agua!

Semana Santa

Jueves Santo,
Viernes Santo:
duelo y llanto.
Tanta aflicción es de espanto;
no sé ni cómo la aguanto,
ni soporto ni resisto,
ver al Hombre, ver a Cristo
tragar hiel ¡está tan visto!
Y en filas indias, detrás
y delante, nazarenos,
nazarenos,
nazarenos,
unos diez mil, indio más
indio menos;
el interminable lote,
por docena un iscariote,
de agudos de capirote;
y el impenitente brote
de unicornios,
de bicornios,
de tricornios;
la teoría del cuerno
rogándole al Padre Eterno
que nos libre del Infierno.
Y el blandón, el cirio, el hacha,
y el hacha, el cirio, el blandón,
y suma y sigue la racha,
y, ¡toma!, más procesión,
y otro paso y otro envite
y el asunto se repite,
si no hay lluvia que lo evite,
hasta que Dios resucite.
Y, ¡qué tonos!,
la semana está de monos.
Y, va que arde, de cera
litúrgica, la carrera;
la de Cristo, nos espera:
muchos,
muchos,
muchos,
muchos
¡¡cucuruchos!!

—————————————

Autor: Manuel Fernández Sanz. Edición de Mario Fernández con prólogo de Camilo José Cela. Título: Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero. Editorial: Los versos de Cordelia. Venta: Todostuslibros 

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