Tamara Kamenszain fue una poeta, narradora y ensayista nacida en Buenos Aires, Argentina, en 1947. Pertenece, junto con Arturo Carrera y Néstor Perlongher, a la generación de poetas del movimiento neobarroco. Publicó, entre otros libros de poesía, De este lado del Mediterráneo (1973), La casa grande (1986), Vida de living (1991), El eco de mi madre (2010) y La novela de la poesía. Poesía reunida (2012). Su obra ha sido ampliamente reconocida con la Beca de la Fundación John Simon Guggenheim y obtuvo, entre otras distinciones, el Primer Premio el del Tercer Certamen de Poesía Hispanoamericana «Festival de la Lira», el Premio Honorífico José Lezama Lima otorgado por Casa de las Américas, Cuba y la Medalla de Honor Pablo Neruda. Entre sus ensayos destacan El texto silencioso. Tradición y vanguardia en la poesía sudamericana (1983), La edad de la poesía (1996), Historias de amor (2000), que recopila sus tres libros anteriores; La boca del testimonio (2007), Una intimidad inofensiva. Los que escriben con lo que hay (Eterna Cadencia, 2016) y Libros chiquitos (2020). Su obra ha sido traducida a diversos idiomas. Falleció el 28 de julio de 2021.
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¿Ya hablé de la muerte?
Murió mi hermano
murieron mis padres
murió el padre de mis hijos
tantos amigos murieron
y dije y digo que no están más.
¿Eso es hablar de la muerte?
Dejé anotado que se fueron
les dediqué libros los nombré
por sus nombres me anoticié
de que nadie me contestaba.
¿Eso es hablar de la muerte?
Ensayé todo lo que pude
insistí con estribillos ajenos
“debajo estoy yo” “debajo estoy yo”
pero Pizarnik ya había nacido
enterrada Alejandra Alejandra
se hizo llamar desde chica
y eso sí que es hablar de la muerte.
Yo solamente la cito
porque nací en una generación
y eso no es hablar de la muerte
si el cuerpo camina solo
plegarse con otros al paso del tiempo
es un deporte literario:
“La muerte y la vida estaban
En un cuaderno a rayas”.
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El padre de mis hijos
fue un hombre de palabra
moribundo les decía a las enfermeras
cuando le preguntaban cómo se sentía
acá estoy en la dulce espera.
Maestro en el arte de decir
inesperadamente por sorpresa
lo que nunca nadie quiere escuchar
ese hombre se estaba yendo
a parir su propia muerte.
Pero cómo hablar de la muerte de él
si mis hijos mis ojos los ojos de ellos
puestos en el pasado miran el futuro
ellos que nacieron en una generación
donde el reality show da miedo
ellos seguramente quieren saber
si es verdad o es mentira
lo que una madre escribe.
¿Cómo hablar de la muerte entonces
sin haberse muerto?
Cuando ellos descuenten mi tiempo
el tiempo de su padre volverá a visitarlos
y otros duelos otros sueños
de infancia revisitada los fortalecerán
para la vida por fuera lejos
de mi cuaderno a rayas.
Por eso por ellos digo:
no hablé y no creo que hable
por ahora.
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Osvaldo Lamborghini es el límite.
No puedo hablar de la muerte
como lo hizo él
pero quiero comunicar al menos
su modo de ser en la poesía.
Cuando el último día de un seminario
les leí a mis alumnos esos versos de él
que dicen:
“Nací en una generación.
La muerte y la vida estaban
En un cuaderno a rayas”
quise regalarles un momento autobiográfico
una foto de época donde se abriera
la evidencia de la imagen como enseñanza realista
pero también en estado de power point
quise proyectar entre ellos y yo
un pacto de autoridad que hable por mí
de lo que yo no puedo hablar:
de la muerte
de los que no están más
del tiempo que pasa.
Porque hubo habrá hay generaciones
(demás está decir que “hay cadáveres”)
no crean en Rimbaud joven para siempre
hay rockstars pelados hay malditos en muletas
Lamborghini en cambio nació viejo
y eso sí que es hablar de la muerte
a ver si les queda claro.
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Esto no lo conté nunca a ninguno de los analistas:
en el colegio primario judío veíamos todos los años
la misma película de los campos de concentración nazi
esa donde unos cadáveres vivos cavan la fosa
después tiran adentro los huesitos de sus muertos
y después todavía son obligados
a empujarse a sí mismos suicidados por otros
que los fusilan para que de tan livianos caigan
sin comerla ni beberla.
No sé pero todavía hoy cuando un taxista dice
algo sobre los judíos me callo
no vaya a ser que por el espejo retrovisor descubra
que yo también estoy al borde de esa fosa.
Por eso no opino por eso me escondo
detrás de la primera persona.
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Soñé con Arturo Carrera
es un amigo de mi generación literaria
me susurraba en italiano palabras al oído
era excitante.
Usted puede viajar a Italia a ver si ahí encuentra el amor
interpreta la analista buscando que acabe
la novela de mi vida para que por fin empiece
su realidad.
Arturo no era Arturo porque nunca
en los sueños los que vemos son los que vimos
y de mi generación literaria el pasado me impone
complicidades guiños contraseñas
que los que no estuvieron ahí
nunca entenderán.
Eso me obliga a hacer siempre el mismo recorrido:
psicoanálisis, literatura, teoría, política…
y aunque muchos jóvenes se fascinen con nuestra época
es un hecho que nosotros
tenemos la cabeza quemada.
***
Destino
Dónde estará lo que sigue
me pregunto
mientras lo que quedó atrás
se parece
a un barril sin fondo
en el que es imposible buscar
un indicio para este futuro
que viene cabalgando lentamente
como una flecha de esas
que siempre van a dar en el blanco
aunque hagan un trayecto sinuoso
que a los ojos de ciertos ingenuos
puede parecer
errado.
***
«Escupamos quieres realmente / sobre aquello que / hemos amado»
dicen unos versos de Louis Aragon
que repetíamos a los 20 como un mantra.
Usted se desenamoró del amor repite ahora mi analista
como diciendo vuelva a ilusionarse vuelva a creer
que el asma tiene cura porque si no
no va a poder curarse de la poesía no va a poder lograr por fin
alguna inspiración.
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