Matilda Södergran es una poeta, traductora, narradora y ensayista nacida en Korsnäs, Finlandia, en 1987. Es autora de Ella arranca las venas (2008), El delirante (2009), Pesadillas (una forma de ser) (2012), Pies de loto (2014) y Supervivencias (2018), por el que recibió el Sveriges Radio Lyrikpris en 2019. Su primera novela, titulada Nell (2021), recibió el premio Granberg-Sumeliuska de la Sociedad para la Literatura Sueca en Finlandia en 2022. La obra de la autora llega por primera vez a nuestro país con Los delirantes (Letraversal, 2022), libro del que presentamos una selección de textos y que reúne algunos de los poemas más representativos de la autora finlandesa con traducción de David Guijosa.
***
I. La sangre que corre entre mis muslos se convierte
en piel humana, me reduce. No soy una persona.
Me preparo para él y su cohorte,
me hago bebible. Aireo el humus.
Me haré cosechable. Me cosecharán.
Busco en la habitación donde las lámparas
siempre están apagadas.
Palpo cabezas humanas y bocas
y no soy humana.
II. La luz de la habitación me traspasa al cambiar de color.
Él fija mis radiografías en las ventanas del tranvía.
Esboza su seriedad en la palma de la mano
y la abre nervioso para encerrarme con su aliento.
Le callaré pronto la palma de la mano entumecida.
Vapor que deshace las marcas.
***
Preferiría parirle con la boca,
dejar que sea un exhaustivo examen de conciencia.
Elegiría expulsarlo con la boca.
Nada más.
Luego el grito al nacer,
el largo cordón umbilical.
Preferiría parirlo con la boca un largo rato, despacio
a través de las comisuras partidas. Porque con sus
piernas entre los dientes mi boca no basta.
Luego, él en el suelo, la placenta pesada bajo el paladar,
la sangre del nacimiento deshaciendo mis sabores.
Desnuda con aliento a alcohol
y las paredes rojas, descoloridas.
Su madre ya no está aquí.
***
Hablas de que mis bolsillos pronto estarán llenos.
No te escucho. Me quito de encima los insectos
y bailo sobre las sábanas manchadas.
Dices que mis bolsillos pronto estarán llenos
y el vestido es extraño sobre estos suelos.
Lleva rosas rojas. Nunca dije que lo entendiera.
Mi cara entra en la jaula cuando me inclino
y noto que mis bolsillos ya se han agrietado,
la bolsa bajo el ojo es un réquiem sin fin.
Dejo la cara en la jaula.
Espero que sus dedos cierren mi ojo.
***
Manejar el mutismo propio.
Ese mutismo evidente y efectivo.
Los colores. Los colores de esta mañana no halagan.
Mueves una mano áspera sobre el tablón de la mesa.
Dejas marcas en la madera.
La forma silenciosa de una resistencia descuidada.
Y más tarde un pensamiento repetitivo.
El porqué de esta situación. El preludio.
No te sientes real.
En la adversidad eres tú misma. Los nuevos lugares.
Los lugares que cambian continuamente.
Si quisieras describirlo a las malas: el desarraigo.
***
Alguien está arañando los paneles de tu balcón.
¿Qué es lo que no entiendes?
Alguien está muriendo en tu balcón
y tú te niegas a escuchar.
Tienes un acordeón en la boca. Sonríes.
Justo hoy la voz de tu balcón es tan porosa.
Se podría demoler y convertirla en una sala de espera.
Pájaros de metal.
Alguien espera que tu mano le toque.
Alguien espera en tu balcón, pero estás
demasiado mojada como para poder dejar de sonreír
después de las caminatas por el humedal.
La voz de tu balcón, justo hoy, está tan demolida.
Podría uno comérsela como si fuera pólvora.
Yeso en polvo.
Si alguien se calla en tu balcón, estás demasiado
–tengo tengo que despertar.
Estás demasiado ocupada con el acordeón de tu boca.
***
Así es como plantamos los ojos,
como si sembráramos papas el uno en la cara del otro.
Simplemente hundimos los dedos hasta el tope.
Habría dicho que las hojas pronto brotarían,
si eso hubiera sido un consuelo.
Habría dicho que ya había visto brillar papas bonitas
en las cuencas de tus ojos,
si no hubiera temido que fuera cierto.
***
La marca de nacimiento extirpada. El óvalo redondeado.
Lo acepté creyendo que era un obsequio.
Aquello que se hereda. Se ablanda. Se deja caer
por un precipicio.
Aprendo sobre mí misma aquello que no quisiera saber.
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