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7 poemas de Luciana Reif - Zenda
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7 poemas de Luciana Reif

Foto: Adolfo Rozenfeld. *** La zafra La vida durante la zafra es una dulce y triste refracción del mundo. Todo comienza en los cañaverales donde hombres de lugares lejanos desnudan el campo en un lento y precioso juguetear con sus dedos, adultos y ásperos por el paso del tiempo saben más que nadie como tratar...

Foto: Adolfo Rozenfeld.

Luciana Reif es una poeta y socióloga nacida en Buenos Aires, Argentina, en 1990. Coordinó junto con Valeria De Vito el ciclo de poesía «Lo que tan rápido fuga» en Espacio Enjambre. Dicta el taller «Amor y poesía» en distintos espacios. Coordina con Gaspar Tessi y Flor del Castillo el ciclo Todo beso es político. Forma parte de las antologías El Rayo Verde (Viajero Insomne, 2014 y 2015), Rizoma (2016), Martes Verde (Poetas por el derecho al aborto legal, 2018), Otros colores para nosotras (Ediciones Continente, 2018) y Camelia, mujeres que toman té (Tanta Ceniza,2021). Poemas suyos fueron traducidos al italiano por el Centro Cultural Tina Modotti. Es autora de los poemarios Entrada en calor (Uoiea, 2021; Ojo de mármol, 2016) y Un hogar fuera de mí (Visor, 2018), ganador del XXX premio a la Creación Joven de la Fundación Loewe.

***

La zafra

La vida durante la zafra
es una dulce y triste refracción del mundo.
Todo comienza en los cañaverales
donde hombres de lugares lejanos
desnudan el campo en un lento y precioso juguetear
con sus dedos, adultos y ásperos por el paso del tiempo
saben más que nadie como tratar a la caña,
hábiles para sacarle todos sus secretos, quedan
exhaustos después de cosecharla; el calor tucumano
se entrevera en forma de gotas que brotan de las manos
ajadas y dolidas de un peón que no ignora que ese fruto vital
concebido con sus fuerzas, será después de todo
azúcar que se derretirá en otra boca.
Peón golondrina conoce más que cualquiera el sabor
agridulce de la tierra, después de despojarla
-terminada la zafra- partirá a otros suelos
a cosechar amargos sabores.
¿Acaso no es ésta la verdadera tristeza,
la de un hombre que llega a abrazar la dulzura toda
y se desprende de ella sin apenas saborearla?

***

5

Ese mediodía la abuela almorzó en casa,
desde que está en el geriátrico cada tanto viene de visita.
Yo llegué un poco más tarde y me senté junto a ella,
su impecable vestido, sus ojos enormes que miran al cielo,
y su boca torcida por los antidepresivos.
Apenas me vio me agarró la mano, la besó con fuerza
y se la llevó a su pecho.
Papá seguro le contó que me separé,
al rato hablé con mi viejo y me dijo que sí,
un alivio porque yo no hubiera podido largar esa noticia
frente a los ojos de mi abuela
que absorben y refractan todas mis emociones.
Ella me siguió mirando y me dijo sos preciosa
un sin número de veces,
mi mano aferrada a la suya, contra su pecho, como un ancla
sintiendo el latido de su corazón, el tic tac de esa maquinaria
que estando tan cerca de la muerte, me enseña
cómo podemos seguir viviendo.

***

Miro a la mujer que espera el colectivo en Plaza Constitución
su cuerpo quebrado,
la piel estriada como una flor marchita.
Pienso en su maternidad, un conteiner
lleno de escombros, cinco hijos dándole vueltas
como insectos diminutos, colgándose
de su pecho, mordiendo la carne.
No puede dar más de lo que da y lo sabe.
Mira a los niños como perros,
quisiera ser la dueña que suelta el hueso
para que vayan a jugar a otra parte,
pero son como moscas adictas a los focos de luz.
Quisiera apagarse,
ser prescindible un rato apenas,
pero ellos siempre piden más,
pueden ser malvados, herir hasta el llanto,
decir cosas tremendas y nadie los acusaría.

Son la violencia con la que fueron concebidos
por su cuerpo joven y brillante
en el colchón de un cuarto cualquiera,
sus piernas abiertas, el forro de su chico sin forro,
total, no importa,
total, te acabo donde quiero.
Ahora vuelve a su casa en colectivo,
piensa en la cena y se abstrae,
tal vez sin querer se olvide
a un hijo en el asiento.

***

Mientras tomo el desayuno,
veo el surco entre sus pechos
cuando se agacha y sirve el café caliente.
Pienso en su cuerpo joven,
en lo bello de una madre
antes de ser madre,
cuando solo es mujer.

Imagino las miradas como inyecciones de lujuria
sobre su piel radiante, sus pezones duros contra la musculosa,
trazando el camino del placer, diciéndoles a los hombres:
es por acá, vengan.
Imagino su mirada penetrante, capaz de meterse
adentro de cualquier cuerpo,
capaz de abrir camisas, saltar botones,
el cinturón en sus manos,
el pene en sus manos,
deseando lo que se esconde detrás de la carne.

Es ella más que nadie, ahora y también antes,
es ella desnuda en una cama con un tipo cualquiera,
tan plena como esta mañana:
su vestido suelto y floreado, mientras me mira y sonríe
el café se vuelca sobre la taza hasta rebalsarla.

***

Hombres como mi padre
mi abuelo,
mis novios,
mis hermanos,
vi sus cabezas llenas de grandes ideas
como un plato de comida que rebalsa,
lustré desde chica esos cráneos,
soy el placebo de tranquilidad
con el que después brillan fuera de casa.

¿Para eso caí en este mundo?

Como bolas de bowling enormes y pesadas,
podría encerar y pulir sus labios,
mi madre pasó la vida entera haciéndolo:
la cabeza de él en altas ceremonias,
la corona de flores tejida por ella
delante de sus jefes,
delante de su maestro,
delante de su propio padre

Vi la inclinación que tienen estos hombres al afirmar,
el mentón hacia abajo, rozando el cuello, cuando dicen:
sí, señor

¿Alguna vez agradecieron el pecho materno,
la comida siempre lista cuando llegan a sus casas?

Estoy cansada de ser la otra del éxito,
estoy cansada de esos hombres,
quiero brillar,
no ser la luna que resplandece
con luz ajena.

Podría arrojar con fuerza una por una sus cabezas,
mis dedos apretando su nariz y su boca,
deslizándose con gracia por el suelo encerado
y pulido de la pista de bowling,
podría verlos estrellarse contra los palos
derribándolos con dolor,
pero manteniendo la sonrisa imperial
de quienes creen -como en una guerra- que han vencido,
que ahora son mejores que antes,
pero después vuelven hacia mí y los lanzo de nuevo.

***

Si quisieras tocar el núcleo del amor,
si dejaras caer todo el peso de tu espalda
sobre él
o, mejor dicho, si pusieras tus manos
en ese fuego, estoy segura,
te quemarías.
Es como si abrieras un cuerpo
para conocer a una persona,
los órganos dispuestos sobre la mesa,
las cortinas corridas
hasta llegar al hueso.
Matarías en ese acto, dejarías todo deshecho.
El amor es como la verdad, esquivo a su centro.
No se puede mirar directo a la luz del sol
o dejar la cabeza mucho tiempo bajo el agua.
Quedate ahí, mirá de lejos, rodeá su centro
como si bailaras, no somos científicos
buscando verdades microscópicas.
Dejá que el amor falle, que refulja
en lo que tiene de inexacto.
Si me abrieras el corazón ahora,
si me hicieras la autopsia, descubrirías
un millón de mentiras dichas en su nombre.
Nada dice lo imperfecto de lo mucho que nos cuidamos.

***

Voy construyendo la soledad
como un galope, soy
Juana de Arco,
bella y majestuosa
arriba de mi caballo.
Alrededor mueren
y renacen los hombres,
no es su amor lo que me hace
valiente, es ser quien soy
a pesar de ellos, conservar en mi centro un corazón
capaz de dar batalla.

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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