Lucas Costa es un poeta nacido en Santiago de Chile en 1988. Fue becario de la Fundación Neruda el año 2010. Ha publicado los libros de poesía Encomienda (2013, Premio Roberto Bolaño), Playa de escombros (2017) y Calcio en la mirada de la noche (2022). Tradujo El libro de los muertos de Muriel Rukeyser (2021). Junto al poeta Cristian Foerster llevó a cabo por 7 años el taller gratuito de escritura poética emergente Al pulso de la letra.
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NO SABÍA QUE DE CALCIO ESTÁN HECHAS
las estrellas que sueñan y retiñen
las palabras en el cuerpo de tu madre
recibidas a cambio de expandirse
aunque todos ansiemos lo inmediato:
hongos de la levadura que harán el pan,
bichos del yogurt quietos y a oscuras,
así es con el sentido: no conoce término
ni cumple con su claridad premeditada
como cuando las estrellas desaparecen,
imaginarlas hasta que se hagan palpables,
pasa otro día y siguen brillando para nosotros,
en el ritmo del cardiograma se forma
una figura, luces de ambulancia titilan
en la imaginación cuando celebramos
el paso del tiempo con fuegos artificiales:
el contenido se anuncia por la desaparición y
permanece intacto su sonido, una huella
que se aleja como yo antes de que nazcas.
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BAJO LA PIEL Y A LAS CASAS
les sigue la sombra y
al cielo la esperanza
de una calle reflejada
en ventanas de un hotel donde
la gente está de paso y
despierta pensando en jardines
que echan raíces
lentamente sobre los techos:
hay estériles hortensias
que solo imaginan
niños y nubarrones
se iluminan cuando
estás demasiado lejos
para tener gusto
bajo la inclinación
del cardo y su porfía
que hace de la falta
de agua un himno
tras las paredes
a generar, su efervescencia:
toda la niebla con que sueñan
esas cabezas entregadas
a su suerte y la piel
se amplía contando ovejas
bajo la vertiginosa ciencia
horizontal de la espera,
el periodo de desintegración
no se ve como las culebras
otoño adentro
de sifones o ductos,
a veces liebres o comadrejas
o solo raíces a la vista
de un árbol y todo
cuanto existe alrededor
es una provincia desgastada
que nadie se atreve a tocar,
así en la tierra como
en un niño que consigue
hacer del tapiz un cielo con lomas,
el toque de una pelota
que no logra dominar
sus padres jugando y arriba
un ángel, el hermano
resucitado se mueve
cubriendo de niebla,
pero el sueño no me entra
en los párpados
y quizá solo ahora
sea justo pedirte
que me dejes ser
envuelto por ella.
***
COMO UNA CULEBRA QUE DEJA VACÍA SU PIEL
agrietada por la exposición al sol o una piedra
preciosa que ha dormido toda una época
para de pronto partirse en astillas, llega
un viento insoportable a los ojos y los sentimientos
pasan por la higiene en manteles de hule
con motivos del sur, un batracio descolorido
en un campo de chongos es humus y larvas
existiendo tras los matorrales tupidos
como torceduras en el meollo de las lengas
que las desploman, calcio en la mirada de la noche
cuando cuento las estrellas cortando el aire
cesante que recorre mi ansiedad de punta a cabo
y a mis espaldas siguen ocurriendo las mutaciones
maravillosas de organismos y sistemas para luego entrar
por los ojos o aparecer sólo en fotos de archivos
que nadie abre: toda una historia de ausentes confirma
a la cuncuna mimetizada en nuestra piel
para hacer de ti la piadosa luz de una estrella
en el cuerpo de tu mamá cuando la helada se calca
al soroche de su piel porque solo el amor entiende
estos misterios: oír por casualidad lo necesario
al momento de querer decir algo y expresar
en nosotros cosas que nos cambien bien adentro.
germina, se ramifica y culebrea
por el aire antes de que lo talen.
Se dimensiona, le dan forma y en redondez
se lima o pule el palo que puede ser de escoba,
varita que aviva la fogata o luma que llega
repentina en la sien y es, elija lo que elija,
cucharas arqueándose contra el aluminio, millas
de cigarras en medio de la noche, una plaga
de langostas que cae sin que podamos dejar
los balines escopeta adentro, apagar el aire
en ráfagas de parafina prendida aunque
enmiendes su destreza en señales
que el útero convierte en tendones, huellas
dactilares sin tocar nada aún y el cordón
umbilical pueda atarse al cuello y, como
reja, incrustarse en el tronco, para que te hagas
una idea: en los arroyos solo reina la sequía
por donde pasará el agua si acaso queda
cuando todo esté a punto de ser carbón y la raíz
de repente se module por eso que no vemos.
***
MONITORES QUE ME MIDEN COMO BAJO CUATRO MIL METROS
el termostato emocional: en el agua se vuelve difícil
contar hasta tres y el día induce a cortarle el paso
al sol que pende a modo de asterisco despostando las junturas
de las cosas: calambres en los prejuicios, articulaciones
en una mata de melisa para el riñón y un calor sordo
y vegetal tatuado a las refinerías se monta en guardia
tras una barricada que corta el tránsito mientras muestra
hidrocarburos ya integrados en la tierra de hojas
siglos atrás en el movimiento del beso que se repite
y la dopamina que dura tan solo segundos me hace pensar
que la ausencia de la lluvia es intencional y su repiqueteo
deja al viento ser lechoso como saliendo dentro
mío sin saber por dónde se detonan las hormonas
que los humildes usan como estrellas para el carbón
en días donde el sueño está en veda y no abre su ciclo
por más que el cansancio se vuelva faramalla del florecer,
párpado que remeda, baba detrás de las neuronas,
rabia blanda supurante en la piel de una consciencia
administrada con gotero bajo la lengua: vitaminas, fierro o zinc
en la boca de la guagua con su efectivo sistema de alarma
porque intuye que la presentación de este mundo se termina.
***
LA RAMA DEL CORAZÓN ES
posible criatura
de hojas
membrana de luna
florida lisa y tenue
como un género
sintético
lo suficiente para absorber
el sudor que vuelve blando
al órgano
material
de las bacterias nobles
que no sirven para sostener
flautas
por canaletas
y regadíos
en imperios de hojalata
hojas de zinc chasqueando en el agua o
cobre en las encías
la noche zumba
predica con el ejemplo de ramas que croan
renace como la garúa
esos granos que el viento empuja
igual que los géiseres
bajo un cielo anfibio
en el dorso de la oreja el dorso
de la piedra
ayúdame a ser así
de dúctil
como esa
luna de silicona
sonrojada por algo que no deja
ver en la semipenumbra
la glaciación de una cama
los aromas se depositan
leves y solos
entre la tiniebla partida con la cabeza
la famosa sopa
de piedras burbujea
dos mitades siempre
desiguales
cráteres o minaretes
construidos por disparates
en un pasado de aluminio
cada roca
dulce o fuerte
tiene en el costado
la cicatriz de una flor.
***
LA GENEROSIDAD SE DESARROLLA
sin testigos entre formas de amamantar
un picaflor tira relámpagos
con el látigo de su boca y duele
su vivir tan radiante
que ni la vejez ni la altura
amansan su plumaje
pero sus alas no son plumas
sino telas divididas sobre una pared
que resplandece de grasa
y la risa como ritual de contención
por el techo
rocío placenta saliva
las nubes donde pasa el viento recto
hasta el sentido sin fondo
libre para dejarnos la medida
del amor
prueba que la carne vuela en el paladar
que el sol está hecho de latas de conserva
tomates sin pelar aceite de pepitas
mentada la lengua es un corazón
destapado el filo de un abedul
nunca he visto uno pero
viven cien años y se reproducen
como esporas en la tensión de la sombra
la espora es el deseo del árbol
y el levantamiento
de palabras ahí
un animal domesticado
sin dientes lo irracional
que injerto crece
de pronto más
de lo que la piel
puede sostener.
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