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6 poemas de Lucas Costa - Zenda
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6 poemas de Lucas Costa

******* NO SABÍA QUE DE CALCIO ESTÁN HECHAS las estrellas que sueñan y retiñen   las palabras en el cuerpo de tu madre recibidas a cambio de expandirse   aunque todos ansiemos lo inmediato: hongos de la levadura que harán el pan,   bichos del yogurt quietos y a oscuras, así es con el sentido:...

Lucas Costa es un poeta nacido en Santiago de Chile en 1988. Fue becario de la Fundación Neruda el año 2010. Ha publicado los libros de poesía Encomienda (2013, Premio Roberto Bolaño), Playa de escombros (2017) y Calcio en la mirada de la noche (2022).  Tradujo El libro de los muertos de Muriel Rukeyser (2021). Junto al poeta Cristian Foerster llevó a cabo por 7 años el taller gratuito de escritura poética emergente Al pulso de la letra.

*******

NO SABÍA QUE DE CALCIO ESTÁN HECHAS

las estrellas que sueñan y retiñen

 

las palabras en el cuerpo de tu madre

recibidas a cambio de expandirse

 

aunque todos ansiemos lo inmediato:

hongos de la levadura que harán el pan,

 

bichos del yogurt quietos y a oscuras,

así es con el sentido: no conoce término

 

ni cumple con su claridad premeditada

como cuando las estrellas desaparecen,

 

imaginarlas hasta que se hagan palpables,

pasa otro día y siguen brillando para nosotros,

 

en el ritmo del cardiograma se forma

una figura, luces de ambulancia titilan

 

en la imaginación cuando celebramos

el paso del tiempo con fuegos artificiales:

 

el contenido se anuncia por la desaparición y

permanece intacto su sonido, una huella

 

que se aleja como yo antes de que nazcas.

***

 

BAJO LA PIEL Y A LAS CASAS

les sigue la sombra y

al cielo la esperanza

de una calle reflejada

 

en ventanas de un hotel donde

la gente está de paso y

despierta pensando en jardines

que echan raíces

 

lentamente sobre los techos:

hay estériles hortensias

que solo imaginan

niños y nubarrones

 

se iluminan cuando

estás demasiado lejos

para tener gusto

bajo la inclinación

 

del cardo y su porfía

que hace de la falta

de agua un himno

tras las paredes

 

a generar, su efervescencia:

toda la niebla con que sueñan

esas cabezas entregadas

a su suerte y la piel

 

 

se amplía contando ovejas

bajo la vertiginosa ciencia

horizontal de la espera,

el periodo de desintegración

 

no se ve como las culebras

otoño adentro

de sifones o ductos,

a veces liebres o comadrejas

 

o solo raíces a la vista

de un árbol y todo

cuanto existe alrededor

es una provincia desgastada

 

que nadie se atreve a tocar,

así en la tierra como

en un niño que consigue

hacer del tapiz un cielo con lomas,

 

el toque de una pelota

que no logra dominar

sus padres jugando y arriba

un ángel, el hermano

 

resucitado se mueve

cubriendo de niebla,

pero el sueño no me entra

en los párpados

 

y quizá solo ahora

sea justo pedirte

que me dejes ser

envuelto por ella.

***

 

COMO UNA CULEBRA QUE DEJA VACÍA SU PIEL

agrietada por la exposición al sol o una piedra

preciosa que ha dormido toda una época

 

para de pronto partirse en astillas, llega

un viento insoportable a los ojos y los sentimientos

pasan por la higiene en manteles de hule

 

con motivos del sur, un batracio descolorido

en un campo de chongos es humus y larvas

existiendo tras los matorrales tupidos

 

como torceduras en el meollo de las lengas

que las desploman, calcio en la mirada de la noche

cuando cuento las estrellas cortando el aire

 

cesante que recorre mi ansiedad de punta a cabo

y a mis espaldas siguen ocurriendo las mutaciones

maravillosas de organismos y sistemas para luego entrar

 

por los ojos o aparecer sólo en fotos de archivos

que nadie abre: toda una historia de ausentes confirma

a la cuncuna mimetizada en nuestra piel

 

para hacer de ti la piadosa luz de una estrella

en el cuerpo de tu mamá cuando la helada se calca

al soroche de su piel porque solo el amor entiende

 

estos misterios: oír por casualidad lo necesario

al momento de querer decir algo y expresar

en nosotros cosas que nos cambien bien adentro.

germina, se ramifica y culebrea

por el aire antes de que lo talen.

Se dimensiona, le dan forma y en redondez

se lima o pule el palo que puede ser de escoba,

varita que aviva la fogata o luma que llega

repentina en la sien y es, elija lo que elija,

cucharas arqueándose contra el aluminio, millas

de cigarras en medio de la noche, una plaga

de langostas que cae sin que podamos dejar

los balines escopeta adentro, apagar el aire

en ráfagas de parafina prendida aunque

enmiendes su destreza en señales

que el útero convierte en tendones, huellas

dactilares sin tocar nada aún y el cordón

umbilical pueda atarse al cuello y, como

reja, incrustarse en el tronco, para que te hagas

una idea: en los arroyos solo reina la sequía

por donde pasará el agua si acaso queda

cuando todo esté a punto de ser carbón y la raíz

de repente se module por eso que no vemos.

***

 

MONITORES QUE ME MIDEN COMO BAJO CUATRO MIL METROS

 

el termostato emocional: en el agua se vuelve difícil

 

contar hasta tres y el día induce a cortarle el paso

 

al sol que pende a modo de asterisco despostando las junturas

 

de las cosas: calambres en los prejuicios, articulaciones

 

en una mata de melisa para el riñón y un calor sordo

 

y vegetal tatuado a las refinerías se monta en guardia

 

tras una barricada que corta el tránsito mientras muestra

 

hidrocarburos ya integrados en la tierra de hojas

 

siglos atrás en el movimiento del beso que se repite

 

y la dopamina que dura tan solo segundos me hace pensar

 

que la ausencia de la lluvia es intencional y su repiqueteo

 

deja al viento ser lechoso como saliendo dentro

 

mío sin saber por dónde se detonan las hormonas

 

que los humildes usan como estrellas para el carbón

 

en días donde el sueño está en veda y no abre su ciclo

 

por más que el cansancio se vuelva faramalla del florecer,

 

párpado que remeda, baba detrás de las neuronas,

 

rabia blanda supurante en la piel de una consciencia

 

administrada con gotero bajo la lengua: vitaminas, fierro o zinc

 

en la boca de la guagua con su efectivo sistema de alarma

 

porque intuye que la presentación de este mundo se termina.

***

 

LA RAMA DEL CORAZÓN ES

posible criatura

     de hojas

membrana de luna

florida lisa y tenue

como un género

sintético

lo suficiente para absorber

el sudor que vuelve blando

al órgano

material

de las bacterias nobles

que no sirven para sostener

flautas

por canaletas

y regadíos

en imperios de hojalata

hojas de zinc chasqueando en el agua o

cobre en las encías

la noche zumba

predica con el ejemplo de ramas que croan

renace como la garúa

esos granos que el viento empuja

igual que los géiseres

bajo un cielo anfibio

en el dorso de la oreja el dorso

de la piedra

ayúdame a ser así

de dúctil

como esa

luna de silicona

sonrojada por algo que no deja

ver en la semipenumbra

la glaciación de una cama

los aromas se depositan

leves y solos

entre la tiniebla partida con la cabeza

la famosa sopa

de piedras burbujea

dos mitades siempre

desiguales

cráteres o minaretes

construidos por disparates

en un pasado de aluminio

cada roca

dulce o fuerte

tiene en el costado

la cicatriz de una flor.

***

 

LA GENEROSIDAD SE DESARROLLA

sin testigos entre formas de amamantar

un picaflor tira relámpagos

con el látigo de su boca y duele

su vivir tan radiante

que ni la vejez ni la altura

amansan su plumaje

pero sus alas no son plumas

sino telas divididas sobre una pared

que resplandece de grasa

y la risa como ritual de contención

por el techo

rocío placenta saliva

las nubes donde pasa el viento recto

hasta el sentido sin fondo

libre para dejarnos la medida

del amor

prueba que la carne vuela en el paladar

que el sol está hecho de latas de conserva

tomates sin pelar aceite de pepitas

mentada la lengua es un corazón

destapado el filo de un abedul

nunca he visto uno pero

viven cien años y se reproducen

como esporas en la tensión de la sombra

la espora es el deseo del árbol

y el levantamiento

de palabras ahí

un animal domesticado

sin dientes lo irracional

que injerto crece

de pronto más

de lo que la piel

puede sostener.

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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