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6 poemas de Agustín Fernández Mallo - Zenda
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6 poemas de Agustín Fernández Mallo

Foto: Iván Giménez. *** Detectan su fin, van haciéndose transparentes los cuerpos, ves cómo se funden con el paisaje —ves a través de ellos el paisaje—. Es paradójico porque más que nunca la carne reivindica en esos momentos su porqué   —una flecha se clava en el aire y se hace aire y luego telón...

Foto: Iván Giménez.

Agustín Fernández Mallo es un poeta, narrador, ensayista y crítico nacido en La Coruña en 1967. Es licenciado en Ciencias Físicas y ha trabajado como radiofísico durante años en el hospital Son Dureta de Palma de Mallorca. En el año 2000 acuñó el término «poesía postpoética», cuya propuesta ha quedado reflejada en los poemarios Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (2001, 2012), Creta Lateral Travelling (2004, Premio Cafè Món), Joan Fontaine Odisea (2005), Carne de píxel (2008, Premio Ciudad de Burgos de Poesía), Antibiótico (2012) y en el volumen Ya nadie se llamará como yo + Poesía reunida (1998- 2012) (Seix Barral, 2015). Su ensayo Postpoesía, hacia un nuevo paradigma fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo en 2009. Su narrativa incluye las novelas Nocilla Dream (2006), Nocilla Experience (2008), Nocilla Lab (2009), El hacedor (de Borges), Remake (2011) y Limbo (2014). La aparición de Nocilla Dream convirtió a Agustín Fernández Mallo en un escritor imprescindible en el panorama de la literatura contemporánea española, y en uno de los autores que más ha influido en las nuevas voces narrativas de la escena literaria en español. Su producción artística abarca géneros híbridos que combinan el videoarte, la palabra escrita y el spoken word, la música, el cine y la performance. Recibió el Premio Biblioteca Breve 2018 con Trilogía de la guerra. En 2022 publicó El libro de todos los amores (Seix Barral), su última novela. Todos los poemas de esta selección están contenidos en Ya nadie se llamará como yo + Poesía Reunida (Seix Barral, 2015).

***

Detectan su fin, van haciéndose transparentes los cuerpos,

ves cómo se funden con el paisaje —ves a través de ellos el paisaje—.

Es paradójico porque más que nunca la carne reivindica

en esos momentos su porqué

 

—una flecha se clava en el aire y se hace aire y luego telón y cae y levanta

un polvo sin propietario—.

 

Ya nadie se llamará como yo,

me dijo.

***

4:30 de la madrugada, no podía dormir,

como si hubiera perdido la fe en el sueño.

Nunca fui el hombre que él creyó ser, pero sí

en el que hasta el final confió heces y sueños.

Caminé doce kilómetros hasta el inicio del valle

-pasa un animal, dentro un humano que me mira y desaparece-,

no sé qué significa que a un grupo de casas no llegara la Guerra

pero sí Internet. Mi hermana mayor me pregunta

por qué no como fruta, le digo que no me gusta

usar el cuchillo antes del crepúsculo. Acumulo cosas

que no me necesitan, tampoco la lluvia cae sola,

la conduce su peso. Valle (definición, Geol.): depresión más larga

que ancha. Los árboles derrochan clorofila,

la puntas de las hojas anotan frases

abstractas como tu caligrafía, un cuerpo empieza

en cualquier parte y termina también en cualquier parte.

Donde la luz crece ordinaria los niños van haciendo

ablaciones a las flores, era verano. La fruta, muda,

nos parece ahora un búnker.

No era aquello la lógica de los malos poemas:

saquear tu intimidad sin ofrecer nada a cambio.

Y de pronto la urna, cilíndrica, azul mate, del mismo color

que las cenizas que iban dentro.

Abrimos la losa de mármol,

apenas unos centímetros,

eché una mirada dentro

-la linterna del acomodador barre el patio de butacas

y lo ensucia para siempre-.

Como aquel gato que dentro de una caja estaba vivo

y muerto al mismo tiempo.

El radio de esta noche no es

la mitad de su diámetro.

***

Al fondo del recipiente del tiempo hay una costra [siempre] de domingo, huele al óxido de los cuchillos lanzados al mar [diana sin centro], y al de la tierra. Hace tiempo que agoté el recipiente, sorbo a sorbo me ayudó tragar tus besos, y ahora sólo queda allí abajo este continuo domingo, con su silencio mineral, sus bares cerrados, su anestesia, sólo isla, sólo hotel, sólo piedras, y sólo un hombre, que es lo mismo que decir  sólo isla, sólo hotel, sólo piedras. Me siento en la escollera y supongo que el principio y fin del mundo fue y será esto, una especie de domingo. Acudo a los lugares que fueron nuestros, algo parecido a una fe o superstición me impide destruirlos, dice que con tal de mirarlos, cada día un poco, se irán desvaneciendo, mansamente, bordeando la pregunta directa, la roca desde la que te lanzabas desnuda para romper la piel del agua, de ese mar que, alguna vez lo he dicho, eras tú [diana sin centro]. Sé que el tiempo es mortal, me digo, porque lo ha inventado el hombre, que es mortal, y mientras aguardo ese destino las horas nacen peculiares, convergentes, presagiando asuntos importantes y delicados que no llegan, no, acumulan pronósticos errados, resultado de haberlo calculado todo, porque lo hermoso no se calcula, me digo [es incalculable], se pisa una sola vez y ya se gasta, aunque, eso sí, no se olvide, nunca.

***

1

Horizonte recostado, tardes de sábado,

arde el sofá y lo que de materia le sobra al día.

 

¿Es la poesía una gangrena en la prosa

que la desguaza y esparce en torno a un epicentro

que no se ve? [tu Women´s Secret por ahí tirado]

 

¿Fue la poesía la Ecuación Unificada

deshecha a los 3 minutos de nacer,

y ahora sólo el tibio placer de cada cifra

en tus terminaciones nerviosas?

 

Todo está escrito y lo que llamas escribir

es ir quitándole palabras.

Los pájaros pasaban.

Desde la ventana los mirábamos.

Pasaban.

La Musa come ajos en vinagre

[sofisticado feísmo]

y comenta que el paraíso es un lugar

de lo más inhóspito, el surco que abre un pájaro

no lo abre nadie más,

YO: ¿Porque lo inunda el mármol?

MUSA: No. Porque desaparece.

1.1

Quedan las afueras de las cosas

con su masa de cielo quieto y

su horizonte adulterado,

[siéntate a esperar todo el día

que la penumbra vaya disolviendo el día]

la belleza desnuda en la bombilla que pende apagada,

y nuestra cara ON/OFF

y nuestra cara ON/OFF.

***

Yo he ganado y perdido muchas horas mirando el ascenso vertical de las burbujas del agua con gas en un vaso. Una velocidad constante que según cierto principio de relatividad equivale a decir nula. Un ascender para hundirse en la atmósfera [que según San Juan de la Cruz equivale a decir tierra]. La mano sin óxido en la que me sumerjo. Y me la das sabiendo que no hay futuro en el fondo de los vasos salvo para organismos simples, unicelulares, fango que queda tras la caída de un cosmos, el hueco que deja su propia trayectoria. No hay célula más simple que el beso aunque su fuerza invalide las distancias y el espacio [o la luz [que es el espacio]], aunque todo aquello se corrompa ahora en este ascenso de burbujas vertical y nulo, en esta sombra de la luz que es decir más luz, esta semblanza del silencio, este moteado cuántico en la pantalla del cual no se puede hablar y hay que callar como dijo el maestro en el Punto 7 y al que llamaré [es natural] pixelado nº7.

***

La esperanza cóncava que se forma

al mear sobre nieve,

mapa:

genoma y cassette de territorio,

el cuerpo:

fundir pistas, alterar pistas,

vemos en el alma cristal,

materia pulida,

pero es rugosa, en sus crestas radiaba incandescente

el espectro de lo que vendría,

los valles tampoco eres tú,

un átomo emite un electrón

y reordena el mundo

[repetimos]

un átomo emite un electrón

y reordena el mundo,

 aunque hay flashes y humus allí abajo

los acordes están hace tiempo repartidos,

pasa un coche

sin luces, se lleva por delante

todo cuanto le es irreversible: su propia luz,

la mujer que cruza de acera, una bolsa

de basura que

emite sus residuos

y reordena el mundo,

en el mismo centro de masas de tu edad

no hay masa, luz

que avanza a hachazos

hasta la bombilla desnuda del dormitorio

[agua, espacios blandos]

toda bombilla es polvo de orina,

incolora pupila,

 me apago, y una ninfa susurra desde el televisor,

tranquilos, vengo del futuro

para traeros algo mejor,

y sin embargo faltan muescas

en mi sistema métrico decimal,

encontraste un papel con grasa

del primer bistec de la Creación, latas

de Fanta Free aplastadas,

el envoltorio de unos Panini de Knorr

que se venden a pares por si se vive a pares,

[contienes la risa]

residuos de un espacio tomado

por la sordomuda expansión

de las costumbres, una luna llena

de quimioterapia,

qué cubo de hielo en un desierto

hubiera sido tu nariz operada,

damos vueltas a la Tierra en espiral para pensar

que todavía es plana, que el Equipo-A y Jorge Luís Borges

no son la misma cosa, que el verano es

el aparato cazamosquitos en su enchufe: luz roja vigila

cada noche el Universo por ti,

pero tarde o temprano amanece, el sol,

tabulado en la persiana indica

que su verso es siempre el mismo verso,

y que además

está vacío, suspensivos de luz,

pero, ¿qué luz?,

un átomo emite un fotón

y oscurece el mundo,

la infancia es un átomo que emite

la partícula ã hasta que morimos,

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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