Foto: Álex Gallegos.
Roberto Loya Casarejos es un poeta, narrador y periodista nacido en Madrid en 1961. Estudió Filosofía Pura en la Complutense (1978-1981) y fue guionista en Radio Juventud en los primeros 80. En 1983 formó el grupo Segunda Época del Hombre (experiencia musical y poética). Resultó elegido en el proyecto madrileño de la modernidad (y postmodernidad) La Luna de Madrid, apareciendo en la Antología de Nuevos Narradores Cuentos Parabúlicos junto a Leopoldo María Panero, Javier Barquín y Fernando Márquez, el Zurdo. Realizador por esa época de programas radiofónicos malditos como La Factoría y El Refugio Atómico (Radio Juventud y RCE). En 1987 recaló en Córdoba, donde realizó programas en RNE como Al fondo hay sitio, de ámbito nacional, por donde pasaron Gimferrer, Brines, Claudio Rodriguez, Onetti y más de un centenar de autores. Aquí forja su obra poética que, a retazos, descubrimos en publicaciones como Versión celeste y Signos, así como en las Antologías Homenaje a Pablo García Baena, Crátera de pintores y poetas u Homenaje a Vicente Núñez. Como pintor cabe destacar la aparición de su obra en la revista Signos de Leopoldo Alas. Socio fundador del Ateneo de Córdoba, fue miembro de su junta directiva y portavoz de la misma en la década de los 90. Recibió la Fiambrera de Plata en 1992. Colaborador asiduo del Ateneo, organizó con Rafael Carlos Padilla, el 21 de septiembre de 1994, el espectáculo en homenaje a Víctor Jara y Pablo Neruda en el Gran Teatro. Articulista en prensa, crítico literario, conductor y guionista de espacios radiofónicos, fue nombrado director de Radio Nacional de España en Córdoba en 1996, cargo en el que permaneció hasta 2006, cuando fue trasladado a Madrid como subdirector de cultura en los servicios centrales de dicha cadena. Su programa sobre cárceles Libertad bajo palabra, emitido durante dos años en la radio pública (Radio 5TN), recibió la medalla al mérito penitenciario. Autor de la serie La Canción del Avadhut en Radio 3, ha publicado los libros de poemas Artaud en la india (Calambur), Los ojos no están aquí (Polibea), La sombra de Buda (Polibea) y Besos prohibidos en ciudades chinas (Editorial Cántico, 2020).
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LA TRIPULACIÓN DE SÍ MISMO
Yo soy la corriente circumpolar que explica el error
de las cartografías,
el estado longitudinal de las naves rugientes
cubiertas de espuma y agua verde.
Superviviente del oleaje
que oye el crujido de las cuadernas.
Navegante, rehago el mundo con detalle
en dibujos de islas cubiertas de hielos
y colmillos egipcios o extraterrestres.
Del temporal, soplo como el viento
a través de los imbornales.
Soy el vagabundo del mar
que iba tocando la cresta de las olas
sobre los muros de la noche.
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LOS DÍAS DE MISA
Qué es la nada
preguntas de nuevo
haciéndote niño,
creyendo la magia de una madre
besándote el cabello,
que te lleva
dándote la mano
hasta el Señor,
bajo míseros versos
mortales engaños
de los venenos
donde olvidé amar.
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CONSUMACIÓN DE LAS CENIZAS
Cómo saber del frío candente
en algunos lugares
del corazón
(la carne
ya cenizas
la palabra
ya muda
el cierzo
que no es.)
El último vals.
Sin luz el tiempo
de las religiones rotas
el viejo devenir
de barbarie
abolido
por falta de energía,
los supervivientes
revolucionarios,
los últimos fascismos
por las sobras
que llevan a los libros
a sus celdas,
el ayuno no elegido
y la poesía indiferente
tocando las últimas expediciones
de hombres y bestias.
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PLAZA MUNDI
El grito de los vencejos
sacude la piedra
que se derrite del templo.
Tanto dolor y amanece.
Ésta es la piel
que besa el aire.
Éste es el cuerpo
que mide el silencio,
la inocencia oscura
de las primeras iluminaciones,
la quietud de su melodía
en lo que anhelamos.
El que salta
de su pupila
a un trampolín ciego.
El que vive
de lo impronunciable.
El que es rico
y tiene mayordomos
en vez de amigos.
El que llama a casa
para pedir abrigo.
Todo se extingue
en el mismo soplo.
Una flor va muriendo
cada tarde.
Nos dieron el mundo
y la forma de su lenguaje
pero olvidaron
que nada puede salvarnos.
Nos prometieron volar
como una pluma
en su dibujo vacío.
Pero nadie voló.
Nos dieron agujas
al paladar
y siglos
de antropologías melodramáticas.
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LA MUERTE DE AMANECER
Brotó la hierba en la almohada.
Nacen los primeros sueños
o quizá los últimos
antes de que claree la mañana.
El alma sobreviene
como descanso,
y el sol dentro
tiñe de oscuridad
el tú y el yo.
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