Se fue Antonio Gala y sólo quedan ya sus libros. Además de novelas, obras teatrales y artículos periodísticos, el autor cultivó también la poesía. Pero, entre su primer poemario (1959) y el último (2005), hubo tiempo para algunas piezas inéditas que ahora publica Planeta en una compilación en la que destacan los temas que preocupaban al autor: el amor, el cuerpo, el placer y la muerte.
Pedro J. Plaza, responsable de la edición junto a Luis Cárdenas García, ha seleccionado cinco Poemas de lo irremediable (Planeta) para Zenda.
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POEMAS DE LO IRREMEDIABLE (I)
Un poco más y solo quedarán las estrellas.
Tus ojos habrán muerto para mis ojos y algo
pulido y fino, como un puñal de negruras,
se me entrará en el alma sin que pueda esquivarlo.
Yo presiento que el alma se me anega en la noche,
mientras va caminando con la infantil torpeza
que caminan los pájaros.
Un poco más y solo
quedarán las estrellas dialogando conmigo,
en un diálogo enorme de silencio y silencio.
Un poco más… y luego vendrá lo irremediable.
Todas las mariposas murieron hace siglos,
hace ya muchos siglos: cuando la primavera,
y quedamos mirándonos fijamente en los ojos,
mientras el aire hacía quejarse a la enramada.
Entonces yo te dije que era mejor dejarlo,
abandonarlo todo, hacer como las nubes,
como el agua y el viento.
Pero tú no quisiste
y ahora estoy tan huido, tan lejos de las cosas
que, por verlas, tendría que soñarlas primero.
Ah, besaré la estatua, besaré las estatuas,
porque tú permaneces tan segura en ti misma
que la mujer de Lot se espantara de tanto.
Te diré una tristeza antes de que te apagues:
ayer quise besar a un pájaro en las plumas
y lo llamé y tendí mi mano hasta su vuelo
y él jadeaba, me odiaba en su pico, en sus patas,
en sus veloces alas, en su trino, en sus ojos.
Yo quería explicarle por qué lo perseguía:
para besarlo solo, para que les llevase
mi mensaje a las cosas, mas preferí no hacerlo
porque no entendería, no podría entenderme:
tan distante de todo me arrastraron tus manos.
Por eso yo te digo que ya es tiempo de hacerlo.
Que ya es tiempo del tímido arribar de la noche,
del tímido noviazgo con la nada, del tímido
enfrentamiento a solas con el dulce vacío.
Un poco más y luego te habrás ido. Buscando
la madrugada nueva que tanto me exigiste
te habrás ido. Buscando lo que llevas tú dentro.
Un poco más y el tiempo dejará de ser tiempo:
un poco más y solo brillarán las estrellas.
Santiago
2 – VIII – 50
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EN CADA TALLO DE LA LLUVIA
En cada tallo de la lluvia
han florecido cinco pájaros.
Yo estoy solo, de madrugada,
cortando flores de luna fría.
La noche es como una gran ave,
anidada en todas las ramas
y hay una hoja de luz verde
pidiendo al viento una limosna.
Cuando venga otra vez el día
no me llaméis de nuevo al bosque,
porque ayer, en un breve descuido,
he extraviado a Dios y no lo encuentro.
Ahora voy con las manos tendidas
pero sé que ya es todo inútil,
que caminaría eternamente
buscando a Dios sin encontrarlo.
Cuando me eche sobre la tierra
a dormir largamente luego,
los que paséis dejad que duerma
largamente sin despertarme.
Córdoba
10 – II – 51
6 de la tarde
***
SALMO
Tu cuerpo sería como una tierna
túnica para mi cuerpo
en esta hora en que, fuera del amor,
nada es posible.
Tu cuerpo, cerca de la piedra que aguarda,
como un párpado descendido
junto a mi cuerpo, demasiado hermoso.
Ah, tus labios agridulces, frutales,
mordisqueados bajo el mediodía;
tu carne ciñéndose a mi carne como un látigo.
Déjame recorrer tus rincones prohibidos.
Porque en esta hora, fuera del amor,
nada es posible.
Santillana
21 – VIII – 52
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PARÁBOLA DEL CIERVO HERIDO
Eras como una torre. Quebrabas la espesura
del aire al ir. Y eras como una torre.
Decapitabas la sazón del aire
con tu embestida y eras una torre.
Los dioses del bosque mutilados
se arrodillaban y eras una torre.
Eras como una torre levantada.
La perfección esbelta, el movimiento
exacto, la serena potestad
de las torres tenías y los dedos
del otoño en la frente.
Ibas sorpresa alzada, certidumbre
del jaral moteado, leve prisa
sin razón. Y ahora ya no eras más torre.
Quién asirte, qué vértigo pudiera
consumir esa alada audacia frágil.
Destello sin asiento, ala de lumbre,
palpitación del bosque parecías.
Quién rebalsar las aguas consiguiese
de tu huella en la arena, quién beberlas.
Lejano paso tuyo, temeroso
del ave blanca de la sed, del tibio
fruto encendido, del perfume ajeno;
singular mariposa despertada
por un aire en la rosa sin respuesta.
Ciervo herido, ¿por qué te confiaste?
Qué dolor verte no como otras veces
con el celo temblándote en los remos
y el amor enredado a la garganta.
Tu pensamiento, verde y diminuto,
se desprendió de ti, como una hoja
al golpe del dolor; no pienses: sufres.
Qué dolor verte en tierra, torre hundida,
ruina de ciervo, qué dolor sentirte.
Y esto es así: no un sueño, no un presagio.
Esto es así: podrás saltar de nuevo,
volverá el césped, crecerá el aliso,
enloquecerá abril a las alondras.
Y esto es así: podrás gozar al alba,
pero no serás más que ciervo herido.
Sobre la yerba gris del desengaño
pacerán luz tus ojos inocentes,
el triunfo de tus astas en la derrota
se esconderá del sol entre la fraga.
Con la carne fugaz e imprescindible
despertará la juvenil caricia,
tu comezón de río, el blando séquito
del amor nuevo. En la dorada alcurnia
de tu cuerna no arraigará la muerte,
retornarán a los remansos dóciles
para dejar que beban tu figura.
Todo será igual que antes: el ribazo,
la verdura del prado y su apariencia,
pero el bosque te sabe ciervo herido
y los dioses del bosque te persiguen,
pobre enemigo solo, entre los árboles.
Porque estás solo ya. Solo del todo,
hijo de Dios, criatura, ciervo herido.
Porque estás solo y estarás solo
mientras la soledad, poblada y áspera,
como yedra se enrosca a tu ramaje.
Córdoba
21 – X – 52
***
QUE NO TE SIENTO ANDAR
Que no te siento andar
sobre los llanos:
aprieta el paso, Amor,
aprieta el paso.
Que no te siento andar
por las colinas:
ven más aprisa, Amor,
ven más aprisa.
Oh, qué locura, Amor,
la del poniente:
que se me va la tarde, Amor,
y tú no vuelves.
Ven más aprisa, Amor,
ven más aprisa:
cómo se van mustiando
las sonrisas.
Cómo se me hace, Amor,
larga la espera:
ya no me queda flor
en la pradera.
Ven a mis labios, Amor,
ven a mis labios:
ya no te siento andar
sobre los llanos.
Camp[amento]
19 – VII – 51
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Autor: Antonio Gala. Título: Poemas de lo irremediable. Editorial: Planeta. Venta: Todostuslibros.
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