Mar Carrillo publica el poemario La estación de las mariposas, en él como en su primer libro Imbicaciones Textuales la poesía se mezcla con los microrrelatos y los relatos más largos que abordan temas de gran profundidad.
Los protagonistas son los vaivenes de la vida: el amor, la muerte, la depresión, la soledad, la decepción, los apegos, los deseos incumplidos, el hecho de la creación y la poesía. Toda su creación está bañada de una pátina de siglos de creación. Las influencias recibidas van desde el pensamiento de Séneca, Marco Aurelio, Epicteto o Platón, mezcladas con las corrientes poéticas actuales de Marwan, Diego Ojeda, Elvira Sastre, etc.
La mariposa es el símbolo de este poemario porque ella es sinónimo de resurrección, de muerte, de imaginación, de creación y de alma.
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5 poemas de Mar Carrillo de su nuevo poemario La estación de las mariposas.
La estación de las mariposas
A Elena
En tus hombros las alas
se quedaron adheridas
a una piel llena de heridas.
Sus caricias aliviaron las penas
de un alma siempre a la espera.
Suavizaron el recuerdo
de aquel mayo lluvioso
en el que subida
en el capó de un Mazda
por tu orgullo luchabas.
A sabiendas que:
en aquella traición pillada
tu vida cambiaba.
No volverías
a tu casa
a tu lugar
a tu familia
y con un ahogo en la garganta
rompiste con todo
y te colocaste las alas.
Alas que ahora llevas
para recordar
que también sobre cenizas
se puede volver a volar.
Puta tristeza
Otra vez la puta tristeza
con sus alas de cristal
se instala en mi alma
y me invita a llorar,
mientras la copa de vino
vacía su antídoto
en mi soledad.
El jodido tintineo de los recuerdos,
aquellos espejos del pasado,
se clavan en mi mente
y extraen sentimientos olvidados:
aquella persona a la que amé,
sin ser consciente yo o ser consciente él.
Aquel columpio en el que me balanceé
mecida por las manos de mi padre.
La ternura maternal de un abrazo
que disuelve las penas y endulza lo amargo.
Aquellos besos largos, pasionales
que en algún lugar yacen abandonados.
Y otro cristal, otra balada, otra puñalada
se clava
y la sangre brota,
el llanto mana,
la soledad aflora
y la botella muere.
Vivere Lente
Que el reloj marque tus horas en segundos dobles,
pausando el tiempo a cada instante,
sintiendo que no hay avance.
Que despacito tu vida pase,
tomando un trago a cada paso,
saboreando lo dulce y lo amargo.
Lo dulce pasará más ligero,
pero vendrá a ti de nuevo
cada vez que tu mente lo llame
y traiga al ahora su recuerdo.
Lo amargo tardará algo más,
pero al final caerá en el olvido,
si reemprendes tu camino.
Sus baches solo te empujarán,
te harás más fuerte,
a caminar solo te enseñarán.
Que para ti la vida no sea solo un suspiro
por el que camines sin sentido,
sino un laberinto lleno de aventuras
puertas abiertas, experiencias intrincadas
y al Minotauro te enfrentes perdido,
ese corazón que espera tu llegada.
Eres tú, tú mismo en medio de tu laberinto,
no mates a tu monstruo, eres tú.
Intenta comprenderte, intenta amarte,
deja la espada que te dio Ariadna.
Mírate eres sólo un monstruo asustado,
abrázalo fuerte, abandona la oscuridad,
sigue tu hilo dorado, sal al exterior
toma la luz del sol y avanzad los dos.
¡Y así, en segundos dobles,
que tu vida transcurra
y a través de la senda zigzagueante
entiendas que no es otra cosa vivir
más que superar dificultades
y salir triunfante!
Amé tanto
Amé tanto, que la vida no supo hacer con tanto amor.
Amé tanto, que solo quedaron lágrimas,
escondidas tras las palabras.
Amé tanto, que perdoné lo imperdonable.
Amé tanto que olvidé incluso el hambre.
Amé tanto, que no cuestioné lo cuestionable.
Amé tanto, que me dejé arrastrar por la corriente.
Amé tanto, que soporté lo insoportable.
Amé tanto, que ante los agravios ciega quedé.
Amé tanto, que el dolor no dolía.
Amé tanto, que los insultos se convirtieron en caricias.
Amé tanto, que dejé que me trataran como un perro.
Amé tanto, que mi bandera fue el desconsuelo.
Ame tanto…
Amé tanto, que me olvidé de mi propio yo.
Pero la vida enseña, a veces tarde:
Amar tiene mínimo una condición,
que te ames tu primero,
si lo que quieres recibir
es amor.
Ulises
Llegará ese Ulises
que surque mi mar de arrugas,
terminando su viaje
en la Ítaca que forma
un triángulo entre mis piernas.
No se asustará
de los cantos de sirena
que contra el espejo mi locura arroja.
Terminaré mi telar de espera.
Matará a aquellos que
no querían nada.
Y se quedará
para habitar mi alma.
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