Carmelo Chillida (Caracas, 1964). Ha publicado El sonido y el sentido (1997), Versos caseros (2005), ¿Un poema de amor? (2011), Desde el balcón (2013, reeditado en 2019) y Rojo como la cabeza de un fósforo (Kálathos, Madrid, 2018), así como ensayos, crónicas, notas sobre libros, música, artes plásticas, y traducciones del inglés. Poemas suyos han sido recogidos en varias antologías, incluyendo Al hidalgo poeta (Edifsa, Salamanca, 2016). Ha participado en el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca (2016) y en la Feria del Libro de Madrid (2019). También ha sido expositor en el XXV Foro Eurolatinoamericano de Comunicación en Casa de América, por invitación de la Asociación de Periodistas Europeos (2019). Fue coordinador editorial del suplemento cultural Literales, publicado en el diario Tal Cual. Estudió en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde ejerció la docencia por más de veinte años. Actualmente vive en Madrid.
Zenda adelanta cinco poemas de su último libro, Juegos privados (Kálathos Ediciones).
***
Así que, después de varios años,
me visitas de nuevo, amiga.
Eres bienvenida.
Toma asiento, ponte cómoda, ¿quieres un café?
Sin azúcar, claro, porque los versos saldrían edulcorados,
y ni tú ni yo queremos eso.
Simplemente nos sentamos, tomamos un café
y entablamos conversación
en un lenguaje llano, para entendernos.
Discúlpame las veces que te rechacé,
no estaba de humor, estaba cerrado en mí mismo
y tú fuiste abriendo poco a poco las compuertas.
Ahora no te rechazo, te doy la bienvenida
y dejo que te desplaces a tus anchas por las páginas.
Simplemente te sigo, anoto, y luego me quedo a solas,
cambiando una palabrita aquí,
borrando otra palabrita allá,
nada del otro mundo.
Te vas sin despedirte y tras tu visita
quedan unas líneas escritas.
Ven cuando quieras, que serás bienvenida.
Mientras tanto la pasaré tranquilo sin ti,
no estaré –como antes– en vilo esperándote.
Ven cuando quieras que me hallarás bien dispuesto.
Y cuenta con la silla, el café y unos oídos atentos.
***
Si escribes sobre la luna,
te llamarán lunático.
Si escribes sobre la Musa,
tus versos estarán pasados de moda.
Si escribes sobre tu vida de todos los días,
y más con tu manía
de regodearte en los detalles más triviales,
el lector se aburrirá.
Si te pones a hacer otra cosa
y no escribes,
no pasará absolutamente nada.
***
¿Qué buscas en estas líneas, asomado,
algún secreto, alguna clave que te permita
llegar a entender el sentido
del Universo o los versos?
¿El sentido de tu propia vida?
Qué decepción.
Ojalá estés solo hojeando esto
y todavía no lo hayas comprado
porque aquí no encontrarás
nada de eso. Busca en la sección
de libros de autoayuda.
Los versos muy pocas veces
ayudan a estar mejor. Disculpa.
***
Tengo derecho a permanecer callado,
pues de lo contrario
todo lo que diga
puede ser usado en mi contra.
Podría venir por mí la policía
y, si me interrogan,
permanecer callado resultaría sospechoso.
Podrían llevarme ante un Juez,
llevarme a un juicio,
con abogados y todo.
Y después del largo proceso
de acusaciones y defensas,
el Jurado se retiraría
a emitir un veredicto.
Hasta podrían llamarme a declarar
al estrado y, en ese caso,
permanecer callado sí sería fatal.
Una sencilla explicación
aclararía todo,
pero con una tozudez de burro,
no me da la gana de abrir la boca.
Misterios de la mente.
Ya viene llegando el Jurado,
no tardó mucho en deliberar.
Ya van a dar el veredicto.
Ya el Juez lee el papelito,
aún no se sabe
si absolución o condena.
Ya toma su martillote
que se demora en el aire antes
de caer sobre la mesa de caoba pulida.
Vaya líos en que puede meterse
alguien que sólo quería
permanecer callado y tranquilo un rato.
***
Queridos poetas de principios de milenio,
os invito a dejar la quejumbre.
Total, qué ganamos con tanto ayayay.
Ya van veinte siglos de lamentos.
Me parece que es como suficiente.
Que el tiempo huye irreparable,
es cierto.
Que la vida está llena de sufrimiento,
también es cierto.
Pero quizás sea hora
de relajarnos un poco y aceptar
simplemente que las cosas son así.
Cada amanecer nos regala
un día sin estrenar
(y esto no será para siempre).
Qué hagamos con ese día
es asunto de cada quien.
Regocijémonos.
Alcemos las copas, brindemos
y apuremos el trago hasta el fondo.
Y allí están nuestras bellas, dulces mujeres.
No peleemos con ellas.
Compremos flores y brindémosles
placer y alegría.
Queridos poetas, de verdad os invito
a dejar el ayayay.
Sí, quizás ya vaya siendo hora
de empezar más bien a dar las gracias.
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Autor: Carmelo Chillida. Título: Juegos privados. Editorial: Kálathos. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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