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5 poemas de El dorado, de José Luis Rey - Zenda
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5 poemas de El dorado, de José Luis Rey

El dorado es un poema largo que consta de 30 fragmentos y que versa sobre la aventura del espíritu, sobre el impulso que guía a los hombres a través de la vida y más allá de las fronteras de la muerte. El «dorado» es un don, el pneuma, el hálito primigenio, el genio indestructible, el...

El dorado es un poema largo que consta de 30 fragmentos y que versa sobre la aventura del espíritu, sobre el impulso que guía a los hombres a través de la vida y más allá de las fronteras de la muerte. El «dorado» es un don, el pneuma, el hálito primigenio, el genio indestructible, el soplo del Ser que arrastra al hombre hacia más Ser. Con este libro se cierra la obra poética del autor. Como dijera Jorge Guillén, la obra está completa.

En Zenda reproducimos cinco poemas de El dorado (Visor), cima de toda la obra de José Luis Rey.

***

I

El dorado actúa en mí: yo soy su libro.
El dorado desciende de la altura
con zapatos de lana
y se incendian los campos.
Suavemente me peina y canta: niño,
niño, soy el dorado.
¿Soy yo el elegido?
Quién lo puede saber en las calles bretonas,
entre los carros de los mercaderes
y el polvo de las alfombras que sacuden doncellas
en las ventanas. Dime,
el dorado, ¿me quieres?
Y él baila y baila bien este dorado
y las pequeñas espigas
y las hijas del sordo
lo ven danzar y aplauden, lanzan nueces.
¡Si a mi escuela el dorado
viniera alguna vez, ay, qué orgulloso
yo al decir: es mi amigo!
El dorado es famoso,
pero todos lo olvidan y olvidan que una vez
lo llevaron muy dentro.
El dorado nació del primer muerto.
Sí, un muerto dio a luz
al dorado y él duda
si su casa es la tierra o sería más bien
su destino ocultarse siempre, siempre,
hasta el día de la revelación
en el pajar del elegido.
¡Oh dorado!
Ven a mí, ven a mí, que no te olvido,
pues como el ratoncillo te vi gigante un día,
tú el señor importante y yo tu niño.
Y el dorado me escucha, mi peluche
inmenso con barriga de dragón,
et in Arcadia ego.
Adiós, dorado, dime tras la muerte
otra vez las palabras amarillas,
las que hacen despertar.

***

XIII

¿Te quise a ti o a ella, mi dorado?
¿A cuál de los dos quise?
Bendita la que está llena de ti
y el que lo sabe ver.

Muchas cosas han visto ya los hombres:
la llegada a la luna, la destrucción de Senaquerib.
¿Pero vieron en todas a un dorado?
Solo en amor y en poesía te vemos.

Solamente una vez
y esto es ya para siempre.
Y mi fe en verte es haberte visto.

Abrásame los ojos para que yo te vea.
Arráncame el oído para que yo te oiga.
Córtame las dos manos para que yo te toque.
Inmenso, inmenso amor.
¡Si eras tú, mi dorado!

***

XIV

Si ahora cierro los ojos y te veo,
si en las sombras te veo,
es porque tú eres último sentido,
el claro despertar.
Tantas visiones para verte a ti,
tantas visiones como tuve yo
y fueron para ver solo a un dorado.
Mi dorado, ¿me das
la mano por el reino de las sombras?
Oh última visión del santo en llamas:
¡el sentido, el sentido!
Este azul grande del significar
cómo brilla al final de tanta sombra.
Y tras tanta palabra
un dorado me espera.
¡Adelante!
¡Adelante!
No vamos solos por el valle oscuro:
el dorado nos guía,
nos protege.
Música del despierto, suena y sana
y toca con los huesos un tambor,
la sombra resonante.
¡Porque al fin el dorado está conmigo!
Porque aquí está la suma
de las visiones y la vida entera:
al hablar de mis ojos
responde el escuchar de otra mirada
y esto es amor, y encuentro.
Encuentro del dorado con su hombre,
con el que estaba desde niño listo
y destinado a hallarlo.
Oh Moisés por las sombras, dócil mar
que se abre a tu paso.
Un paso, un paso más,
el dorado. Vayamos
hacia la fuente al fin,
la que mana en la cima de las sombras.

***

XXIII

Tú que me diste el sol no me des toda
la oscuridad un día.
Tú que me diste
palabra de misión
dame ahora un camino entre las sombras,
porque yo te escuché y te fui fiel,
un devoto noruego en campanarios
que proclaman tu gloria. Tú que me
diste tantas visiones
dame el ojo que no se cierra nunca.
Tú que me diste música
dame el oído en que golpea el Ser.
Los patos y las arpas se rebelan,
los muy maleducados,
contra tormentas de tu mal carácter.
¡Forjador de mi fuego!
Tú que me diste paz dame batalla.
Tú que me diste todo
lo que un hijo desea y no se atreve
a pedir dame ahora
el nadar por las venas amarillas
de otro abril.
Si en abril desperté,
en otro abril despierte
y cante yo y cante
yo tu melancolía,
general arruinado con casaca
cosida por los grillos y la estrella.
Tú que me diste el dar
no me quites aún este
recibir, recibir.
Soy esa espiga de oro tan gigante
que el niño ve en la noche
al final del pasillo
y por eso recuerda el paraíso.
Dorado, tú me diste
un pasar por la gloria pronunciando
la transfiguración.
Dame el ponerme en pie cuando me duerma.
Tú que me diste el don dame la vida.

***

XXX

Si estuviste conmigo el primer día,
¿vendrás en la mañana de la muerte?
Oh dorado, vivir contigo ha sido
mi feliz aventura.
Desde niño te tuve aquí a mi lado.
Desde niño veía
tus paisajes chinescos en el cielo,
tus países abiertos al que ama
y yo amé, y yo amé.
En las niñas veía tu dulzura.
En mis padres, tu fuerza.
Y en mí mismo tu magia, tu tesón
de urdir lo cotidiano y lo infinito,
la urdimbre del milagro.
Siempre, siempre conmigo
estuviste:
en el descubrimiento
de amor y poesía.
Siempre estuviste. No,
no quiero que te vayas.
En el último día he de llamarte,
Caronte de mi ser.
Tú me conducirás, no dejarás que caiga
en la insondable nada.
Y haber vivido contigo
será morir contigo.
Y tú me llevarás
a ser niño otra vez, allí en tu cabaña,
en la colina de la eternidad.
Cuántas veces he visto el sol ponerse
tras la colina aquella
y era como tu guiño, un parpadeo
la suave broma, porque el sol volvía.
Vuelve así tú, el dorado,
capitán de los perros y las moscas
y la fruta que estalla
en la frente de todo visionario.
Pues ver no sería nada
si no nos convertimos en visión.
Así yo seré tú,
y ya no tendré miedo.
¡Oh qué canto de fe!
¡Oh qué riqueza última!
¡Por fin!
¡El adorado en brazos del dorado!

—————————————

Autor: José Luis Rey. Título: El doradoEditorial: Visor. Venta: Todos tus libros, AmazonFnac.

BIO

José Luis Rey (Córdoba, 1973) es doctor en Literatura por la Universidad de Córdoba, poeta, traductor y ensayista. Como poeta ha publicado los libros La luz y la palabra (2001), La familia nórdica (2006, Premio Jaime Gil de Biedma), Volcán vocabulario. La luz y la palabra II (2009), Barroco (2010, Premio Loewe), Las visiones (2012, Premio Tiflos), La fruta de los mudos (2016, Premio Ciudad de Melilla) y La epifanía (2018). Sus poemas han sido traducidos a una docena de idiomas.

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Laura di Verso

Leo poesía, con o sin rima. Y me gusta que me cuenten cuentos. Frecuento las redes, poco, desde marzo de 2020, como @lauradiverso.

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