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5 poemas de César Eduardo Carrión - Zenda
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5 poemas de César Eduardo Carrión

*** Invitación a la pesadilla Volvamos a ser uno solo: los mismos en el dolor, los mismos en el olvido. Volvamos a ser una tribu cercana a la peste, el acero y el miedo. Juntemos de nuevo las manos en torno del fuego sagrado de un sueño. Pero no porque lo digan tus ancestros. Los...

César Eduardo Carrión es un poeta, docente e investigador universitario nacido en Quito en 1976. Ha publicado los libros de poesía Emboscada / Ambush (Translation by Kimrey Anna Batts, 2019), Es lodo y es polvo y es humo y es nada (2018), Emboscada (2017), Cinco maneras de armar un travesti (2011), Poemas en una Jaula de Faraday (2010), Limalla babélica (2009), Pirografías (2008) y Revés de luz (2006). Ha publicado los libros de ensayo El deseo es una pregunta (2018), Habitada ausencia (2008) y La diminuta flecha envenenada (2007 y 2019).

***

Invitación a la pesadilla

Volvamos a ser uno solo: los mismos en el dolor, los mismos en el olvido.
Volvamos a ser una tribu cercana a la peste, el acero y el miedo.
Juntemos de nuevo las manos en torno del fuego sagrado de un sueño.
Pero no porque lo digan tus ancestros. Los he visto: no son nada extraordinario,
No son nada extraordinario, no son nada extraordinario, no son nada extraordinario,
Debería repetir cuarenta veces “No son nada extraordinario”. Te lo juro: ¡No son nadie!

Juntemos de nuevo los labios en torno del beso y el grito de un ángel caído,
Cualquiera, no importa, que vista talar de bacante o vestido de monja, ¡qué importa!
Pero no porque lo invoquen los pontífices. Los oigo: parlotean y babean,
Parlotean y babean, parlotean y babean, parlotean y se ensucian las sotanas.
Volvamos a ser una tribu cercana a la peste, el acero y el miedo,
Porque el necio pontifica como un cristo, porque el sabio balbucea como el río.

Regresemos a la hoguera donde ardieron las leyendas más lascivas y sangrientas.
Que nos narren nuevamente aquellos mitos donde el hijo mata al padre, donde el padre come al hijo,
Donde el hijo se amanceba, para ser su propio padre, con su madre, con su tía, con su abuela.
Que nos hablen los poetas nuevamente de los ritos que vencieron a la muerte.
Y cantemos, con gargantas de gigantes, que los simios domadores del relámpago y el trueno
Hemos vuelto de una larga caminata por los bosques de la magia, de la ciencia y la mentira.
Que nos mientan nuestros hijos, que nos digan que triunfamos, que nos juren que jamás se fue el verano…

Volvamos a ser una tribu cercana a la peste, el acero y el miedo.
Pero no porque tengamos entre manos el remedio de una nueva enfermedad,
Que ha nacido del cerebro de una vaca, del estómago de un cerdo, de la piel de una gallina.
Pero no porque llevemos a la lumbre aquella presa inagotable contra el hambre,
Que ha nacido del cerebro de una vaca, del estómago de un cerdo, de la piel de una gallina.
Retornemos a la cueva, porque el único sonido que se impone es el silencio.
Los demás son alaridos de placer, son gemidos de dolor o son bostezos.
Volvamos a ser uno solo: los mismos en el dolor, los mismos en el olvido.

***

Monumentos carcelarios

Nos mintieron nuestros héroes, nos mintieron nuestros mártires y próceres.
Inventaron esos himnos, inventaron las naciones, inventaron geografías.
Inventaron las banderas percudidas con su sangre, que inventaron por la guerra.
Miro los templetes, las estatuas del terruño, recubiertos con estiércol de palomas:
Toda patria es pasajera, pre-santuario, proto-infierno, limbo eterno…

Ruge el río de la muerte en las pupilas del que observa nuestros campos de batalla:
Las ficciones de la Historia Nacional, de los Destinos Manifiestos, de los dogmas
Del que apura la bebida venenosa de las copas de los padres fundadores.
Conocí a mis abuelos, conocí a mis ancestros: no son nada extraordinario,
No son nada extraordinario, no son nada extraordinario, te lo juro: ¡no son nadie!
Toda patria es pasajera, pre-santuario, proto-infierno, limbo eterno…

La alternancia del aliento y el silencio, del aliento y el silencio, del aliento y el…
Me recuerda que en los mármoles inertes yace el frío corazón de la memoria.
Nos impone los estigmas de los santos, que ya fueron o serán becerros de oro,
O ecuménicos prelados de la bruma, pies de plomo, pies de barro, pies del humo.
Toda patria es pasajera, pre-santuario, proto-infierno, limbo eterno…

Cada brillo, cada huella, cada mínimo relámpago de sílice en las dunas,
Cada grano de esta arena es un murmullo que compone la borrasca de la fe.
Cada hilo y cada hebra de esta soga que nos ata a los recuerdos heredados,
Nos impide despegar con entusiasmo, desatarnos del terror de ser fragmentos,
Nada más y nada menos que fragmentos de la risa, que fragmentos de la angustia.
Toda patria es pasajera, pre-santuario, proto-infierno, limbo eterno…

***

Materiales de construcción

Y pronuncio las palabras que disponen la materia en teologías y teoremas.
Y pronuncio estas palabras, aunque ignore casi todo lo que digan y aunque digan
Fechorías, perversiones y mentiras; aunque a veces ya no digan ni mi nombre;
Aunque a veces solo digan fechorías, perversiones y mentiras… Las palabras:
Material con que hacemos los hombres países e Iglesias, Estados y templos;
Material de malhechores, de perversos, de habladores, de cadáveres perfectos.

Las entrañas del que ignora se corrompen y las tripas de los sabios se fermentan.
Y soplan los vientos y vuelan las aves, y soplan los vientos y vuelan las aves…
Y el vino de las sombras duerme plácido, entre estiércol y taninos silenciosos,
Esperando la cosecha centenaria de los robles. Entre tanto, las palabras:
Teologías y teoremas que nos matan y alimentan, teologías y teoremas…

¡Cuántas cosas nos decimos en las lenguas y las señas de los ciego-sordo-mudos!
¿Ámense los unos a los otros? ¡El discurso más violento de profeta conocido!
Porque uno mismo es uno mismo, es uno mismo, es uno mismo, es uno mismo…
Teologías y teoremas que nos matan y alimentan, teologías y teoremas
Que nos matan y alimentan, material de perdedores, de ambiciosos, de poetas.

***

Preguntas retóricas

¿Soy la bestia que se arroja voluntariamente al fuego de la pira funeraria?
¿Soy los turcos empalados por millares en lo feudos del vaivoda de Valaquia?
¿Soy los miles de mandingas esposados a los cascos de galeras holandesas?
¿Soy los miles de mitayos asfixiados en las minas de la casa de los Austrias?
¿Soy el perro fiel, asesinado por su amo, en los festines culinarios de la China?
¿Y si tengo ese mismo remedio de todos los dioses y todos los hombres?

Pobres de los hombres, cuyas hembras no se limpien los hedores de su duelo.
Pobres de las hembras, cuyos machos se empecinen en los ritos de su duelo.
Porque como y porque bebo, nada más y nada menos, que aquella misma sombra
Y aquellas mismas luces que nos matan y alimentan: los silencios, las palabras,
De los santos miserables que saludan desde el púlpito a la plebe embrutecida.
¿Y soy de la misma materia de todos los dioses y todos los hombres?

Aclara tus dudas de nuevo, hermenéutico-simio, mamífero-insecto.
¿Qué harías tú para aplacar la neurastenia de los dioses más antiguos?
¿De qué extraña atrocidad te servirías por vivir un minuto, unas horas de más?
Pero no en el Agua, pero no en el Fuego, pero no en el máximo Trueno,
Porque aquello que consigo en la palabra y el silencio, en la palabra y el silencio, en la palabra…
Apenas lo poseo, lo abandono en el umbral de la memoria y el olvido.

***

Llamado a la tribu

Volver al eco. Volver al habla. Volver a balbucear es liberarse de este karma.
Te aprisiona el deseo de un dios que se oculta en la sangre reseca de un muerto.
Esta lengua no es concreta. Es una lengua disoluta que extorsiona tus sentidos.
Te seducen las piernas abiertas de un ángel lascivo, goloso, asesino, perfecto.
Esta lengua es un saber, es un sabor, es un martillo desabrido. Es un confite.
Fonética desnuda, la locura del poema que se niega a ser él mismo, por él mismo:

Observa lo que te pasa si te acarician estos incendios, estos sonidos.
El carnicero es inevitable, al menos que seas un ciego, al menos que seas un necio.
Este ciego y este necio que acarician tus palabras con la miel de su flagelo.
¿De qué color serán tus ojos, donde anidan las texturas de las sombras?
Pero no tu propia sombra, que los ciegos y los necios no distinguen entre sombras.

Observa lo que sucede si te acarician estas ventiscas, estas canciones.
Percibir este momento es aprender a hacer silencio, silencio, silencio…
Pero ahora balbuceo, envejecido de entusiasmo: ¡Viva el barco, surque el barco!
Pero ahora trastabillo, enmohecido por la flor, que es esta flor, que es toda flor.
Y digo flor, como ya digo cumplimiento, mastodonte, libertades, pestilencia…

Observa lo que te pasa si te acarician otras aguas, otras hienas, otros asnos.
Percibir este momento es aprender a hacer silencio, silencio, silencio…
Yo también era locuaz, hasta que obtuve el don del habla, bla bla bla bla…
Y digo flor, como ya digo sentimiento, mortecina y, nuevamente, libertad…
Observa lo que te pasa si te acaricia este silencio, todo silencio, cualquier silencio:
Volver al eco, volver al habla. Volver a pronunciar la primera palabra, bla bla bla…

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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