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5 poemas de Alfred Hayes - Zenda
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5 poemas de Alfred Hayes

Foto: Nina Leen. *** UN POCO DE MÚSICA NOCTURNA Es la una y media A la una y media El chico de la noche en el ascensor vacío Seduce a las rubias que no puede tener de día El tendero imagina que ve a unos ladrones Y busca en una pesadilla una pistola Una pistola...

Foto: Nina Leen.

Alfred Hayes fue un guionista, escritor de televisión, novelista y poeta nacido en Whitechapel, Londres, Gran Bretaña, en 1911. Publicó siete novelas, varias de las cuales fueron llevadas al cine, algunas de las más destacadas son Que el mundo me conozca (1958, publicado por La Bestia Equilátera en 2013), Los enamorados (1953, publicado en español por La Bestia Equilátera en 2010) o Mi perdición (1968, publicado en español por La Bestia Equilátera, 2013). En poesía publicó los libros The Big Time (1944), Welcome to the Castle (1950) y Just Before the Divorce (1968). Luchó en la Segunda Guerra Mundial, trabajó en Italia y Estados Unidos y según se dice colaboró con Rosselini y De Sica, en cuya película Ladrón de bicicletas fue coguionista sin figurar en los créditos (ocupándose también de hacer los subtítulos al inglés). Sus textos están cargados de melancolía, honestidad y un ambiente decadente y al mismo tiempo tierno que envuelve sus paisajes, una profunda poética de la depresión atraviesa toda su obra. Uno de los poemas de Hayes, titulado “Joe Hill”, es un canto a la dignidad humana y la resistencia a la tiranía. Se titula, y conmemora la vida de Joel Emmanuel Hägglund, un trabajador y activista sueco que, radicado en Estados Unidos y enfrentado con los “jefes del cobre” por su actividad sindical, fue condenado en un juicio de dos horas, se le imputó el asesinato de un almacenero de Salt Lake City, después de que la policía forzara a los testigos a identificar su cara como la que se ocultaba tras el pañuelo rojo del asesino. Hill fue ejecutado. Joan Baez hizo de ese poema una parte muy importante de su repertorio y cantó la canción en Woodstock un año después de la publicación de Mi perdición. Hayes murió en Sherman Oaks, Los Ángeles, California, en 1985, once años después de que publicara su último libro. Presentamos una selección de cuatro poemas, hasta la fecha inéditos en nuestro idioma, con traducción de Juan Domingo Aguilar y una versión en español del mítico poema “Joe Hill”.

***

UN POCO DE MÚSICA NOCTURNA

Es la una y media
A la una y media
El chico de la noche en el ascensor vacío
Seduce a las rubias que no puede tener de día
El tendero imagina que ve a unos ladrones
Y busca en una pesadilla una pistola
Una pistola que no está ahí
A la una y media
Mientras las mujeres de la limpieza friegan los pasillos
Limpian los escupitajos de la oficina
Y resoplan con las rodillas reumáticas
Agrietadas por escaleras desinfectadas.

En algún lugar de una casa de huéspedes de South Street,
Propiedad de una viuda asmática y devota,
Un ferretero se tambalea en un sueño
Y en un sueño
Cae desde una pasarela de aire
y despierta a la viuda con su grito
mientras en Minetta Lane un corredor de bolsa
cuenta su dinero a través de una bruma de ginebra
y empuja el timbre hasta que
una chica amarilla se asoma y le deja entrar.

Y al norte hasta Westchester
Y al sur hasta Battery Park
Las persianas están cerradas en todos los pisos
Y todos los cuartos están a oscuras
sobre todos esos durmientes que esperan el sol
A la una y media
Y resguárdate de los enigmas de la noche
Y del insospechado desastre
Que llega a la hora
Que nadie sospecha y nadie conoce
Con un poco de amor seco y relojes tranquilizadores
Tiernas voces de radios alquiladas.

***

EL NIÑO EN LA OSCURIDAD

La edad me ha encerrado como se encierra a un niño pequeño

bajo la escalera,

Castigándolo por algún mal indiferente

Mira cómo pone la boquita de burla, cómo no

quiere creer

Que quieres dejarlo ahí,

ya que lo has amenazaste, o que la puerta está realmente cerrada

O que su castigo será difícil o largo.

Lo abrirás y lo soltarás cuando lo golpees.

Contra el abrigo colgante se ríe en su incredulidad,

Patea el panel, espera, hace sonar el pomo,

Escucha la debilidad de su padre, la indulgente voluntad de ceder

De repente, algún pulso, algún latido

De la oscuridad toca un nervio y, las risas se han ido, él sabe cómo todavía,

Qué pequeño, estrecho y sin aire se ha vuelto su mundo.

El globo ocular y el tímpano

Se pelean, y se lanza contra la puerta gigante,

Despellejando su débil puño, hasta que, perdido el orgullo y la arrogancia, suplica,

Pero no responde ni viene

Para quitar las lagartijas ingrávidas que se arrastran por sus piernas,

El horror en el abrigo.

 

Ah, amor, tales nudillos en mis manos. Como un niño grita

en mi garganta.

***

UN PASEO EN CARRUSEL

En la tarde trota el poni moteado

agitando sus dos juegos de cascabeles,

Un poni pálido y de ojos tristes, con la cola anudada, solitario

y clásico, arrastrando la carga del eterno italiano

a la manera inmemorial de los carruseles.

Y más alto ahora, al otro lado de la calle, bajo el reloj del banco,

observo el engatusamiento de las madres,

Un ritual de mi propia infancia, cuando en un bloque así

me engatusé a mí mismo

Llorando la cartera de los pobres del bolso negro

Hasta que me levantaron las dos cuerdas de madera y me senté

en la silla de montar de un ruano de fresa.

 

Luego pasan los absurdos caballitos pintados del pasado,

clavados en una plataforma que gira

A un tempo ridículo fijado por el piano mecánico

y cercado por una pantalla de alambre más allá de la cual el ojo de un niño

ve un mundo borroso transfigurado.

Aquel placer que la máquina daba, brotaba en alguna región,

Yo, bajo el reloj,

a las tres de la tarde, y necesitando urgentemente un afeitado,

Apenas puedo recordar ahora, excepto por aquel pinchazo o susto

que recuerdo,

Cómo el placer no estaba exento de la posibilidad de peligro,

La ansiedad en los ojos de mi madre porque yo pudiera caer.

¿Y debo decir que lo hice? Que de alguna manera, a pesar de los cuidados de mi madre,

y a pesar de la correa, ¿caí?

¿Que la lesión para la que fueron diseñadas ha sucedido

después de todo?

El piano mecánico comienza de nuevo su ruidoso aire fantástico,

y levantó los dos escalones de madera

Veo a los niños abrochados en sus maravillosos caballos,

Y todavía asustados y sonrojados y agarrando las culatas de sus pistolas

de agua, mientras los banderines de hojalata pintados de blanco y rojo

Fluyen sin viento, y todos sus enemigos son tan rápidamente eliminados

y tan fácilmente muertos

***

UN HOMBRE SOLO

Esta noche he vuelto a pensar en esto –
¿Qué pasaría si esta noche yo, Un hombre solo, muriera?
Soy un hombre pobre,
este hogar, esta estrecha habitación amueblada del centro,
La foto de mi madre en el tocador,
Mi traje de negocios que uso cada día,
Mi traje de domingo que rara vez uso,
Estas entradas de teatro, mi pipa ennegrecida –
Estas son mis pertenencias.
Las he guardado para un día malo.
No tengo ni hijo ni pelo
ningún pariente vivo.
Siempre he estado solo, demasiado solo.
No dejo ningún testamento que se pueda disputar,
ni cuadras de carreras, ni ninguna gran finca, ni acciones.
Si aquí ahora como el reloj se va
debo morir esta noche –
el amanecer mañana me encontrará frío en esta fría habitación –
Solo la francesa que sube las escaleras
para colgar las toallas y hacer la cama,
trayendo a la habitación su perfume barato, su olor a lavandería,
gritaría una vez –una que se apresurara a sacar el muerto.
Mañana por la noche ella tendría mi habitación en alquiler.

Pienso en mí mismo dormido y muerto para siempre  –
enterrado o quemado y depositado en algún lugar de Potter’s Field,
sin lápida y sin barandilla de separación de hierro.
Nadie vendría en verano o en primavera
Para ver cómo está mi pobre tumba;
No tendría lágrimas de nadie
ni ningún recuerdo de mis días de vida.
Mi muerte sería tan poco importante como mi vida.
Habría alguien que tomara el libro de contabilidad en la oficina,
Alguien tendría mi mesa,
Habría alguien más en el crepúsculo en la hora punta
Metiendo una moneda en la ranura del torniquete.
Sólo tal vez alguna pequeña y discreta flor
No más alta que mi mano subiría allí donde
yo, Un hombre solo, me pudriría.

Sí, les he oído a menudo en la oficina
Dutch hablando de un sueco que había visto la noche anterior,
Harris del bicardi que bebió en Cuba,
Milt de fletes y piojos y de Nueva Orleans.
Pienso en cómo actuaría yo en circunstancias similares –
En las cárceles del campo, en los cafés de moda, en la calurosa Habana,
Con las camareras, con las chicas negras, reinas del burlesque.
Pienso en sus aventuras y romances.
Sí, me habéis oído reírme con los chicos,
me habéis oído presumir por encima de los puros,
Pero de alguna manera nunca me invitaron a sus bailes amistosos –
Siempre pagué las bebidas que tomamos en los bares.

Toda mi vida he sido consciente del fracaso –
Lo he chupado con la leche de mi madre.
He soñado y he deseado –
Me has visto con la cara pegada a las ventanas de la mercería,
Me has conocido cuando estudiaba derecho por la noche.
¿Crees que no he querido que mi nombre apareciera anunciado en un neón,
o que no me he imaginado a mí mismo descendiendo de limusinas?
¿Crees que no soy consciente de mi desgracia?
Si hubiera nacido de otra madre,
Si me hubiera criado en otro lugar,
Si hubiera tiempo suficiente para empezar de nuevo,
Podría haber vencido al mundo y a los hombres intrigantes,
Podría haber tenido coches tan elegantes como esos,
Podría haberme convertido en el gran amante de la pantalla…

No creas que no soy un hombre sensible.
Por el rabillo del ojo vislumbro su mirada de desprecio.
Oigo la risa cruel a mis espaldas.
Odio esta habitación. Odio esta vida.
No creas que porque me ves vestido con mi traje gris de negocios,
Sonriente y agradable y obediente entre vosotros,
no pienso en el suicidio y la muerte,
en el yodo o en una cuerda de la lámpara de araña,
en una navaja rápidamente dibujada en mi garganta.
No creas que porque parezco tan manso entre vosotros
no he pensado en el asesinato a solas.
El buey no sufre la humillación,
La desgracia nunca es sentida por una piedra…

Pero yo, Un hombre solo, sí, a veces deseo ver

el mundo entero derrocado…

Pero el cambio soñado no trae ningún cambio.
Mañana la francesa puede encontrarme muerto,
Pero todavía esta noche subo la persiana de la ventana.
No hay estrellas, el cielo está encapotado,
Los periódicos de la tarde hablan de nieve quizás, o de lluvia.
Cada uno de nosotros tiene alguna pena secreta, algún dolor privado  –
Yo, la francesa y la prisión de mi vida,
El misterio que es mi nombre desconocido.
Entonces dale cuerda al reloj. Buenas noches.
Mañana trabajaremos de nuevo.

***

JOE HILL

Soñé que veía a Joe Hill anoche
Vivo como tú o como yo
Digo yo, pero Joe, llevas diez años muerto
Nunca morí, dice él
Nunca morí, dice él

En Salt Lake, Joe, le digo yo
Él sentado junto a mi cama
Te inculparon un cargo de asesinato
Dice Joe, pero no estoy muerto
Dice Joe, pero no estoy muerto

Los jefes de la policía te mataron, Joe
Te dispararon, Joe, digo yo
Se necesita más que armas para matar a un hombre
Dice Joe, no he muerto
Dice Joe, no he muerto

Y de pie allí tan grande como la vida
Y sonriendo con sus ojos
Joe dice, Lo que se olvidaron de matar
Se organizó…
Siguió organizando

Joe Hill no está muerto, me dice
Joe Hill nunca ha muerto
Donde los trabajadores están en huelga
Joe Hill está a su lado
Joe Hill está a su lado

Desde San Diego hasta Maine
En cada mina y molino
Donde los trabajadores hacen huelga y se organizan
Dice él, encontrarás a Joe Hill
Dice él, encontrarás a Joe Hill

Soñé que veía a Joe Hill anoche
Vivo como tú o como yo
Digo yo, pero Joe, llevas diez años muerto
Yo nunca morí, dice él
Nunca morí, dice él

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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