Aitana Monzón es una poeta nacida en Tudela en 2000. Graduada en Estudios Ingleses por la Universidad de Zaragoza con Premio Extraordinario y Máster en Literaturas Hispánicas por la Universidad Autónoma de Madrid. Obtuvo el IV Premio Espasa de Poesía por La civilización no era esto y el reciente Premio de Traducción Andreu Febrer 2023. Es autora de Dormir à la belle étoile (Ed. Amarante) y ha prologado los Sonetos del portugués de Elizabeth Barrett-Browning (Austral). Sus textos aparecen en medios y revistas como Casapaís, Heraldo de Aragón, La Lectura (El Mundo) o Turia. Su poesía ha sido musicalizada por el trombonista Miguel Tantos. Asimismo sus textos han aparecido en programas sobre poesía en RNE y en RTVE. Presentamos una selección de poemas inéditos.
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Young Spartans Exercising
Éramos nueve
—dispuestos en la tierra
a darnos los unos en
los otros.
No andábamos desnudos
ni eran nuestros pechos sacrificio.
Yo no aprendí.
No supe detener
aquello que era mío y era
hermoso.
Fue el sol.
Fue en ese sol de agosto
que un pájaro pasó y fue su canto
lo que aún puedes ver
—su honda.
Existir
y no existir y ya
no padecer
la propia soledad.
El cuerpo de aquel joven
—que no, ya no brincó—
brillando sobre Esparta.
[Degas]
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Nastagio degli Onesti
No más que una doncella
que pidiese mi mano.
No más que ese cuchillo
hurgándole —sabed—
su corazón.
No más que un gemido
amplísimo
lanzado sobre Rávena.
Yo escribí
la misma luz de los mastines
y el sonido terrible
de sus gárgaras.
Yo escribí —dixit Nastagio—
la misma sangre repetida:
pasión de los perros
que reciben su canto.
[Botticelli]
***
Lettera di Sibilla Aleramo nella notte della cometa
Mi bien:
—patria a la que nada debo—
oblicuo yaces
de mí entre la aurora y el ángelus.
Pienso (no digo): nada
sucede que no turbe.
Mi bien, acudo a ti
para aguantar las ruinas
de ser Dido carissima
—ya casi sin idioma o caminos—
y llevo un cántaro y estás
dispuesto —como en Blake—
a destenerte.
You gave me lilies first four months ago
a mí que te supe por el sol del magnolio
y las adriáticas horas
(el amor es como la gracia de dios,
eso dirá Pavese).
Dino, he cruzado una vela,
¿vienes? Heme aquí.
[Vassalli, Campana]
***
Sovegna vos
¿Es necesario este saber
hacia donde descienden las liturgias?
¿Es necesaria esta voz
que vira hacia el mar
y desde el mar renuncia?
¿Es su vocación lo que busco?
¿La irreversible danza de los nombres?
¿Si acaso quemadura?
¿Si acaso lentitud?
¿Si acaso obstinación en la memoria?
¿Llegar tarde a decir lo que se intuye?
Sin embargo, volver
el rostro hacia las cosas,
al tiempo propicio de las cosas.
Esto no es, en el fondo, lo que busco.
Lo que busco es un mar inaprehensible.
No.
No es eso
(¿no es eso?)
lo que busco
es abismarme de mirar
las voces que he amado
con estas manos mías fatigadas
de asombro. Estar
como se está
en lo agudo del mundo.
Saberme en mi principio y en mi quiebro.
Lo que puede ser
y no nombrado.
El hueco
sin final de lo que he
perdido.
Lo demás es rastro y abandono,
es cierto,
llegar aquí o allí
tomando como tiempo irredimible
el deseo y sus cruces.
¿Es necesario, entonces, lo que busco?
¿La danza de los nombres?
¿Su sed?
¿Saberme en mi principio y en mi quiebro?
Mas qué sé que haga suficiente
este estar rendida
de puro no poder saberle al canto,
no vagar más en círculos,
bregar con los sofismas de los dioses.
De qué modo vendré
si todo duele en mí como una luz que parte
con sonidos hermosos.
Oh, de qué modo decir
que en mí se vierte lo móvil y lo inmóvil.
De qué modo decir la gravedad
de mi amor por todo lo que tiembla.
Bendita claridad
—me lo repito.
Bendita claridad.
***
De las cosas que arden no queda sino el sol
I
exterior. octubre
pero no acude el cierzo ni el panizo.
me he ido con la luz
serena de algún corzo
amaestrado en su derrota.
II
porque el salmo finisce
y no hay otra virtud
que suceder.
nunca hubo otro cuerpo
que no fuera ascensión.
de tanto por arder,
solo mis manos cóncavas
que todo lo repiten.
III
a callarse otra vez,
a darse desde fuera sin preguntas.
lo que aquí veis
de mí es una falta
—no se ve lo perdido—.
para qué esa palabra
que nada puede urdir.
IV
e tutto ciò che vi assedia
brucerà —tranne
i vostri occhi.
[Pavese]
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