Carlos Vitale (Buenos Aires, 1953) es un poeta, aforista y traductor. Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana, ha publicado Unidad de lugar (Candaya, 2005), Descortesía del suicida (Candaya, 2008), Cuaderno de l’Escala, El poeta más crítico y otros poetas italianos (Embocall, 2014) y Duermevela (Candaya, 2017). Asimismo ha traducido numerosos libros de poetas italianos y catalanes: Dino Campana (Premio de Traducción Ultimo Novecento), Eugenio Montale (Premio de Traducción Ángel Crespo), Giuseppe Ungaretti, Gerardo Vacana, Sergio Corazzini (Premio de Traducción del Ministerio Italiano de Relaciones Exteriores), Amerigo Iannacone, Libero De Libero, Joan Vinyoli, Umberto Saba (Premio de Traducción Val di Comino), Giuseppe Napolitano, Joan Vinyoli, Mario Luzi, Amelia Rosselli, Sandro Penna, Antoni Clapés, Joan Brossa, Antònia Vicens, Carles Duarte, Josep-Ramon Bach, etc. Ha participado en festivales, lecturas y encuentros de poesía en Argentina, España, Venezuela, Armenia, Italia, Suiza, Suecia, Rumania, Estonia, Grecia, Bulgaria y Francia. Sus libros han sido traducidos al francés, italiano, armenio, estonio, catalán, griego y búlgaro. En 2015 obtuvo el VI Premio José Luis Giménez-Frontín por su contribución al acercamiento entre culturas diversas. Reside en Barcelona desde 1981.
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No te envuelvas en trajes de seda. Quien desnudo anda, su fuente encuentra.
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Dudando entre varios laberintos.
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El genio anida en sedes no reveladas.
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La rata sueña que es murciélago.
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También la muerte exige garantías.
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Desdichada la sed que el agua no sacia.
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El día no distingue felicidad de miseria.
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La hora numerosa cae sobre el fervor intacto.
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Víctima del consuelo diligente, desconfía del mal bien formulado.
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Árida noche, yo soy tu grey.
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La realidad no tiene postigos.
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Tienes lo que deseas. Es lo que deseas lo que tienes.
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Cíñete a tu vuelo. No hagas caso de los pájaros de vistoso plumaje.
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Por la mañana aún velo mi cadáver nocturno.
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De entre el rumor rescato una palabra huérfana.
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Para morir en la noche nace el día. Y no se lamenta.
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¿Qué otro talismán, sino la infancia?
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¿Y si fuera la jaula prisionera del pájaro?
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Juega a ser lo que eres. Juega a que eres.
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A contraluz, como el diario de un ciego.
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