Aitor Francos es un poeta y aforista nacido en Bilbao en 1986. Ha publicado los libros de poemas Igloo (Renacimiento, 2011. XIV Premio Surcos), Un lugar en el que nunca he escrito (Renacimiento, 2013), Las dimensiones del teatro (Isla de Siltolá, 2015), Filatelia (Renacimiento, 2017), Las gafas de Pessoa (Vandalia, Fundación José Manuel Lara, 2018, VIII premio Hermanos Machado), Un buzón en el desierto (Prensas universitarias de Zaragoza, 2018) y Memoria del adentro (La Garúa, 2020), además de la plaquette Ahora el que se va soy yo (4 de agosto, Colección Planeta Clandestino, 2014). En el ámbito aforístico están Fuera de plano (Cuadernos del Vigía, 2016. III Premio José Bergamín), Camas (Trea, 2018), Aforo completo (Prames, Las tres Sorores, 2018) y Tinta rápida (Trea, 2020). Como antólogo ha preparado Las aguas tranquilas, con traducciones del euskera de ocho poetas vascos actuales (Renacimiento, 2017) y la antología de aforistas vascos Marcas en la piedra (Renacimiento, 2019).
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La dosis justa del aforismo es la adictiva.
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Todos, alguna vez en nuestras vidas, hemos salido de casa con restos de sombra en el bolsillo.
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No se puede amar la poesía sin contagiarse con alguna nube.
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Para quien se excusa en la fe siempre es la hora del rezo.
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No busco nada, salvo saber reconocer la búsqueda.
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Poesía es saber distinguir entre ver la oscuridad y ver en la oscuridad.
Poesía es lo que las palabras ven.
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Cuando a una sombra le pones rostro la estás convirtiendo en un espejo.
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El tiempo futuro es un indocumentado.
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Hay sombras que te acompañan porque te están dando tiempo para huir.
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Los aforismos no son sino cápsulas de medicación, de liberación prolongada, de los que nunca recordamos la pauta prescrita.
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La corrección demuestra que la escritura enseña a amar el error.
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Con mucha disciplina se puede conseguir casi todo de las palabras, menos que confiesen la verdad.
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Gracias a que hubo discípulos pude seguir aprendiendo.
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En el futuro perfecto no sabemos morir.
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Todo lo puede resumir el aforista. Incluso un silencio compartido.
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