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10 grandes rutas del mundo, de Gillian Richardson - Zenda
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10 grandes rutas del mundo, de Gillian Richardson

Siruela propone con este libro un viaje por diez rutas que, más largas o más cortas y en diferentes épocas, dieron forma al mundo que conocemos hoy. Con este libro cruzarás el puente de Beringia hacia América con los primeros pobladores de ese continente y seguirás a los animales salvajes por la ruta migratoria del...

Siruela propone con este libro un viaje por diez rutas que, más largas o más cortas y en diferentes épocas, dieron forma al mundo que conocemos hoy.

Con este libro cruzarás el puente de Beringia hacia América con los primeros pobladores de ese continente y seguirás a los animales salvajes por la ruta migratoria del Serengueti. Recorrerás la red adoquinada de calzadas romanas de Inglaterra y la maravilla de la ingeniería del Gran Camino Inca, que permitieron el florecimiento de dos imperios. Conocerás a los pioneros que arriesgaban su vida en busca de oro por la remota y helada ruta de los Chilkoot, a los fieles peregrinos del Camino de Santiago, a los presos rusos que construyeron el ferrocarril Transiberiano y a los esperanzados estadounidenses que viajaban en tropel hacia el oeste por la Ruta 66. También, si te atreves, podrás aventurarte por el paso Jáiber y la ruta de Ho Chi Minh, senderos de guerras e invasiones. Zenda te ofrece un adelanto de esta aventura.

Introducción

Desde la antigüedad hasta nuestros días, el ser humano ha abierto caminos por distintos territorios. Si seguimos sus pasos por estas rutas, nos encontraremos con el relato de migraciones, descubrimientos, guerras y el nacimiento de nuevos países, que nos hablan de pruebas de fe y de sueños de un futuro mejor. Los recorridos pueden ser más largos o más cortos, pero te sorprenderá lo lejos que han llegado, las huellas que dejaron y las vidas que cambiaron.

La historia de cómo llegaron los primeros humanos a América del Norte sigue siendo incierta, porque resulta difícil hallar pruebas concluyentes. La primera ruta posible desde Asia a través de BERINGIA quedó sumergida bajo las aguas cuando se fundieron los hielos del periodo glacial, pero sí hay otros pueblos que dejaron pistas visibles en lo que se conserva de sus caminos. El victorioso Imperio romano dominó Gran Bretaña durante más de cuatrocientos años, debido, sobre todo, a su bien trazada red de calzadas. Hoy día aún podemos recorrer tramos de aquellas CALZADAS ROMANAS. En el otro extremo del mundo, en la Sudamérica del siglo xvi y de un modo similar, una cultura ancestral dejó rastros de un imperio bien organizado: el GRAN CAMINO INCA, una maravilla de la ingeniería a través de parajes montañosos. Hay otra gran ruta muy utilizada que no requirió de ninguna construcción: las huellas de millones de animales abrieron una senda migratoria a través de las llanuras tanzanas del SERENGUETI y los siguieron de cerca los pueblos indígenas, cuya vida sigue teniendo un fuerte vínculo con este movimiento estacional.

Las grandes rutas han ofrecido promesas de esperanza a las gentes de todas las épocas. Desde el siglo ix, los peregrinos han recorrido a pie el CAMINO DE SANTIAGO por el norte de España para fortalecer su fe. A finales del siglo xix, miles de personas se afanaban por superar la corta aunque muy peligrosa RUTA DE LOS CHILKOOT en Alaska, con la esperanza de encontrar el oro que habían decidido adorar. Hacia aquella misma época, el FERROCARRIL TRANSIBERIANO —la línea ferroviaria más larga del mundo— sirvió para que se estableciesen nuevas poblaciones y generó más comercio en los vastos territorios poco desarrollados de Rusia. Más tarde, en los tiempos más duros de la década de 1930, los estadounidenses se lanzaron en masa hacia el oeste por una nueva vía, la RUTA 66, ansiosos por que acabase la Gran Depresión.

Dos ancestrales rutas asiáticas han sido escenario de conflictos que han tenido un gran impacto a largo plazo. El PASO JÁIBER entre Afganistán y Pakistán, una ruta histórica de invasores, tiene reputación de peligrosa en la política actual. La RUTA DE HO CHI MINH, una serie de sendas comerciales por la selva, se hizo famosa en cambio por una guerra que provocó una gran devastación y muchas muertes en el siglo XX.

Estas diez grandes rutas, en épocas diferentes y por distintos lugares, han mostrado el camino hacia el descubrimiento, la riqueza e incluso el desastre. Cuélgate la mochila al hombro, comprueba bien el mapa y recorre los relatos de estos fascinantes trayectos.

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BERINGIA

Puente al Nuevo Mundo

 

NOMBRE: Esta región recibió el nombre de Beringia en 1937. Se lo puso Eric Hultén, un botánico sueco, en honor a Vitus Bering, explorador danés del siglo XVIII.

ÉPOCA: El puente terrestre apareció hace 20.000 años, en el periodo álgido de la última glaciación, cuando el agua se congeló en los glaciares y provocó un descenso del nivel del mar de hasta 122 metros.

DESCRIPCIÓN: El territorio de Beringia alcanzaba los 1.810 kilómetros de norte a sur, la distancia entre Cádiz y París. Llegaba desde el noreste de Siberia hasta Alaska y continuaba hacia el este hasta el río Mackenzie por lo menos, cerca de las fronteras del Yukón y los Territorios del Noroeste, en Canadá. Imagínatelo con una
extensión de más del triple de España .

ES FAMOSA PORQUE… Se cree que la zona central de Beringia, conocida como el Puente de Beringia, fue la
ruta terrestre entre Asia y Alaska que permitió que los pueblos primitivos emigrasen hacia América del Norte hace al menos 15.000 años.

¿QUIÉN LA USA AHORA? El terreno que antiguamente unió ambos continentes se halla ahora sumergido bajo las aguas del estrecho de Bering, aunque el territorio de la orilla de Alaska, protegido como la Reserva Nacional del Puente de Beringia, está habitado por flora y fauna salvaje, y lo utilizan cazadores, pescadores y otros visitantes.

Alaska, 2016

Leslie mira fijamente el objeto curvo y blanquecino al que un arqueólogo le quita la arena de encima. El hombre le cuenta a la gente que rodea el lugar de las excavaciones que es probable que se trate de la costilla de un mamut prehistórico. Hay otros huesos alineados en el suelo, posiblemente más fragmentos de la enorme criatura que se paseaba por esta zona hace 15.000 años, durante el último periodo glacial. Para Leslie, sin embargo, es aún más asombroso el hecho de que acaba de caminar por una antigua ruta que pudieron haber utilizado los primeros pueblos prehistóricos que pisaron esta tierra. ¿Sería así como se sintieron los astronautas que pisaron la Luna?

Ayer, Leslie y su padre llegaron aquí en una avioneta procedente de la ciudad de Nome, en Alaska, para visitar una zona remota de la Reserva Nacional del Puente de Beringia. Al sobrevolar la línea de la costa, Leslie miró entre las nubes y vio el estrecho de Bering hasta Rusia, lo bastante cercana como para llegar en coche en una hora si hubiera una autopista. Leslie trató de imaginarse con todas sus fuerzas el aspecto que debió de tener durante el periodo glacial, cuando el nivel del mar descendió mucho y el estrecho se encontraba suficientemente alto y seco como para que el ser humano cruzase hasta América del Norte.

El piloto viró entonces hacia el este, se alejó de la costa y sobrevoló la tundra, donde la capa de suelo congelada llamada permafrost nunca llega a derretirse en los breves veranos árticos. Leslie vio extensiones de hierba, flores silvestres de vivos colores, arbustos bajos y pequeñas lagunas. Su padre le dijo que tal vez podrían avistar algún alce o un caribú, o incluso lobos y osos pardos. Antes de que el puente terrestre quedase sumergido por la subida del nivel del agua, algunos de estos animales también cruzaron de un continente al otro.

Leslie y su padre van a pasar tres días en la reserva nacional y se alojarán en un barracón. Está deseando meterse en los baños de aguas termales de Serpentine cuando regresen hoy de su excursión al lugar de las excavaciones, e intenta imaginarse qué tesoros podrán descubrir mañana los científicos.

El cabo Espenberg, en el extremo de lo que fue el Puente de Beringia.

La historia de Beringia

¡Los glaciares de la tierra se están derritiendo! Es posible que hayas visto fotos que comparan los glaciares de hace años con las placas de hielo de hoy, mucho más pequeñas. Los científicos creen que este cambio lo está provocando un calentamiento generalizado del clima del planeta y señalan como prueba la subida del nivel del mar: unos 20 centímetros en los últimos cien años. La mitad de esta agua, aproximadamente, procede del hielo fundido de los glaciares. Si esta tendencia se mantiene, las zonas costeras más bajas acabarán inundadas o sumergidas. Podemos estudiar el problema comprendiendo lo que sucedió hace mucho tiempo.

Si eres capaz de imaginártelo, antaño, una masa de tierra gigantesca se extendía entre Siberia y Alaska, en la costa del noroeste de los Estados Unidos, y proporcionaba una ruta para que los seres humanos cruzasen de un continente a otro. Sin embargo, hace unos 15.000 años, esa extensión de tierra comenzó a desaparecer bajo un mar de hielo derretido según iban aumentando las temperaturas del planeta. Si vas allí ahora y miras hacia el oeste desde las costas de Alaska, verás Rusia al otro lado del estrecho de Bering. Te haría falta un barco para cruzar este canal que une los océanos Ártico y Pacífico, aunque es poco profundo, más o menos lo que mide un edificio de diez plantas solamente. Tiempo atrás, este terreno fue el Puente de Beringia, apenas una pequeña porción de esa región enorme denominada Beringia.

Solo pensar en la existencia de Beringia ya resulta fascinante, pero también es de una excepcional relevancia para comprender cómo llegó el ser humano a asentarse en América. ¿Por qué es tan importante este lugar concreto? Los arqueólogos creen que los primeros humanos que llegaron a América del Norte cruzaron Beringia procedentes de Asia antes de que las aguas cerrasen aquella ruta. José de Acosta, un sacerdote jesuita, fue el primero que sugirió esta teoría del origen asiático, en 1590, basándose en sus observaciones al trabajar con pueblos indígenas de México y Perú. En aquella época resultó ser una idea sorprendente, pero en la década de 1930 ya se habían encontrado pruebas suficientes en el fondo del mar de Bering como para convencer a los científicos de que la tomasen muy en serio. Las décadas de estudio de hallazgos como huesos y útiles, sumadas a los descubrimientos más recientes a partir del análisis del ADN —el material de nuestras células que lleva la información genética sobre nuestra herencia— sirven ahora para proporcionarnos detalles enriquecedores, pero la idea general de la situación sigue sin estar del todo clara, y es posible que jamás se resuelva el misterio de la llegada de las migraciones a América del Norte.

¿Calentamiento global? ¡Pero si estamos en una glaciación!

La Tierra ha pasado al menos por cinco glaciaciones, o periodos fríos de larga duración. El más reciente se inició hace dos millones de años y no ha finalizado aún, tal y como vemos en los hielos permanentes de la Antártida, el Ártico y Groenlandia (solo se derrite un poco con las temperaturas del verano). Pero tampoco hay que ir corriendo a por las mantas. Las glaciaciones tienen periodos irregulares más templados y más fríos, y ahora mismo estamos en uno de los templados, o interglaciales. Se inició entre 11.500 y 10.000 años atrás, y aún podría durar mucho a causa del calentamiento global.

¿Qué aspecto tenía Beringia?

Allí de pie, en medio de Beringia hace 20.000 años, habrías sido un puntito minúsculo en una tierra enorme rodeada de hielo, pero con un clima lo bastante seco para evitar que la nieve y el hielo la cubriesen. En las zonas extremadamente frías del norte de Beringia crecían pocas plantas. Sin alimento, allí no podía vivir ningún animal, aunque sí podrían haber cruzado aquellas tierras en sus migraciones estacionales. En las zonas del centro y del sur crecían entonces musgos, hierbas y arbustos bajos de las familias del sauce y del abedul con los que se alimentaban animales herbívoros como los mamuts lanudos, los bisontes esteparios, los megaterios (perezosos gigantes) y los camellos, y vivían predadores como leones y felinos dientes de sable. Más adelante, alces, uapitís y ovejas habitaron el monte bajo de aquella tundra.

¿Cómo sabemos qué plantas crecían y qué animales poblaban la zona? Los científicos han hallado polen de plantas en las muestras de sedimentos obtenidas del fondo del mar en el estrecho de Bering y de la tundra de Alaska. Han encontrado, incluso, fósiles de escarabajos. Han estudiado los restos congelados de animales herbívoros y han sido capaces de averiguar qué comían. Aún más asombroso, los huesos quemados de animales son un buen indicio de que los seres humanos tenían suficiente leña para hacer fuego. Todas estas pruebas sirven de apoyo a la teoría de que los hombres vivieron en Beringia hasta que la glaciación se frenó y el calentamiento gradual los empujó primero hacia el este y luego hacia el sur. Cuando ese mismo calentamiento hizo que se elevara el nivel del mar, el agua acabó cortando la ruta que dejaban a su espalda y les impidió regresar a Siberia. Solo quedan unas pocas islas visibles en el estrecho de Bering, los últimos rastros del puente terrestre.

Blue Babe, un bisonte azul

En 1979, los mineros que buscaban oro en Alaska utilizando mangueras de agua a presión para derretir el permafrost y liberar el metal precioso descubrieron un tesoro de otro tipo: un bisonte estepario, un herbívoro de las tierras del norte de la época glacial. A este espécimen tan bien conservado lo llamaron Blue Babe («Pequeñín Azul»), porque la piel se le había puesto de ese color a causa de los minerales del suelo en el que lo encontraron. El bisonte se había congelado rápidamente y permaneció casi intacto, sin que lo estropeasen los movimientos de los glaciares durante 36.000 años. El cuerpo del animal estaba tan completo que los investigadores vieron, incluso, las marcas de las garras y los dientes del león del periodo glacial que lo mató y olieron cómo se iba descomponiendo al descongelarse.

¿De dónde venimos todos?

Hace mucho tiempo que nos preguntamos por los orígenes de la especie humana moderna que denominamos Homo sapiens. Los estudios del ADN muestran vínculos entre individuos que vivieron en África oriental hace unos 200.000 años y todos los que habitamos ahora la Tierra. Pero ¿cómo llegaron esos primeros seres humanos a poblar todo el planeta? Los arqueólogos han encontrado pruebas de que empezaron a desplazarse desde África por Europa y por Asia hace unos 55.000 años. Desde el noreste de Asia, Beringia proporcionaba una senda hacia otro continente, América.

Los científicos han desarrollado diversas teorías para explicar cómo se pudo producir este viaje. El noreste de Asia es una zona tan remota que aún queda gran parte por estudiar, pero sí se han hallado algunos objetos que demuestran que allí vivió el ser humano hace unos 25.000 años. Sin embargo, parece poco probable que pudiera sobrevivir a la época más dura del periodo glacial, cuando había placas de hielo de dos kilómetros de grosor —¡imagínate seis torres Eiffel colocadas una encima de otra!— cubriendo gran parte del hemisferio norte. Al fin y al cabo, el ser humano moderno tiene su origen en tierras tropicales y necesitó de un tiempo para adaptarse a la dureza de los climas del norte, en especial a los inviernos gélidos.

De todas formas, ¿y si algunos hubieran conseguido llegar antes a Beringia, una zona demasiado seca como para estar cubierta de hielo? Algunos científicos piensan ahora qué es lo que sucedió. Llaman refugium (refugio) a ciertas partes de esta región, terrenos que quedaron al aire cuando los glaciares retuvieron tanta agua al congelarse que el nivel del mar descendió más o menos la altura de un rascacielos. Es posible que hubiese especies de plantas y animales que sobreviviesen allí hasta 10.000 años. De esta manera, los pueblos primitivos tendrían alimento y madera, incluso en un clima frío, pero ha sido difícil hallar pruebas, porque gran parte de aquella tierra se encuentra ahora sumergida bajo el mar.

¿Y no viajaron las enfermedades?

Los europeos que llegaron a América del Norte en el siglo XVI trajeron cambios cruciales y algunos desastrosos. Las enfermedades como la viruela eran desconocidas para los indígenas, de modo que estaban indefensos, sin inmunidad ninguna. Ahora bien, si fuera correcta la teoría de que los pueblos indígenas de América del Norte atravesaron primero Europa y Asia para cruzar el puente terrestre de Beringia, ¿cómo es que dichas enfermedades no se encontraban entre ellos desde el principio?

Los investigadores creen que los pequeños grupos de individuos que entraron primero en el continente americano a través de Beringia estaban tan aislados por el tiempo, la distancia y el clima glacial que las enfermedades de origen europeo, por lo general de animales domésticos, no existían entre su población.

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Autor: Gillian Richardson. Título: 10 grandes rutas del mundo. Editorial: Siruela. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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